Transformación social, movimientos sociales y sindicales. Por Rafael Fenoy Rico

Lamentablemente estas situaciones siguen acompañando a la humanidad aunque no siempre se genera una respuesta que las resuelvan a favor de la justicia. ¿Cómo entender esta atonía? En “Historia de las agitaciones campesinas andaluzas” de Juan Díaz del Moral, se recoge el relato de una rebelión que “se inicia en la primeras horas del lunes 6 de mayo de 1652, una pobre mujer, una gallega, recorría el barrio de San Lorenzo llorando desconsoladamente, mostrando el cadáver de su hijo, que acababa de morir de hambre, y pidiendo justicia con desgarradores gritos. La revuelta estalló potente y arrolladora. Las mujeres del barrio corrieron indignadas y frenéticas increpando a los hombres por su cobardía e incitándoles a acabar con la injusticia y la iniquidad” La realidad era así de dura, las gentes del pueblo tenían hambre, física y de justicia, y el detonante fue ese. Ahora, no sólo desde el sindicalismo sino desde los movimientos sociales, e incluso políticos, se denuncian injusticias, se promueven manifestaciones reivindicativas…, y al parecer no basta con que trasmitir ideas, si estas no emocionan. Y las emociones dependen en buena medida de las condiciones materiales vitales.

Con lo que está ocurriendo: Tasas de desempleo escandalosas, precios de productos básico por las nubes, derechos sociales ninguneados, (dependencia, salud, pensiones…) !y no pasa nada de nada! Ante tanto atropello: ¿por qué no hay respuesta? Hay quien llega a afirmar que faltan ¡cojo…!, para reclamar, reivindicar…, sin embargo probablemente ocurra que “unos por otros la casa queda sin barrer”. También funciona mucho eso de que !que lo haga otro!. Se dice mucho aquello de ¡Ir por ir “va a ser que no”! En parte, sólo en parte, es cierto que cientos de convocatorias minoritarias han ido, sin pretenderlo, trasladando al ánimo de la ciudadanía que eso de “protestar” “manifestarse” no es operativo. De hecho quienes gobiernan, de uno u otro color, nunca atienden el clamor de las gentes que se manifiestan. Y sin embargo cuando están en la oposición convocan manifestaciones para reivindicar. Sabiendo todos que los gobiernos no harán caso de las manifestaciones al uso.

Por otro lado el “voluntarismo” de pocos, posiblemente (digo posiblemente), haya precipitado la convocatoria de alguna protesta que siempre debería contar con garantías de que mayoritariamente la ciudadanía está dispuesta a realizar. Estas manifestaciones testimoniales, prematuramente convocadas apuntalan la idea de la inutilidad de las mismas.

Por otro lado el papel de las redes sociales es ambivalente. Permite difundir la información, “sensibilizar”… pero al mismo tiempo desmovilizan. Eso de que se sepa que muchos lo saben, ayuda a actualizar un mecanismo psicológico que justifica no participar ¡porque seguro que irán otros! Además desde la buena voluntad se anima a “actuar” en las redes mediante las campañas de recogida de firmas. Basta poner dos datos y darle al botón de firmar y ¡ya está! La conciencia queda tranquila porque ¡he actuado, he participado!, en esta o aquella causa más que justa. Quienes detentan el poder lo ejercen en el control de las vidas reales de la ciudadanía. En el espacio virtual nada de lo que ocurra les afecta y además permite desviar la atención e incluso la energía reivindicativa al limbo de las firmas virtuales. El uso y abuso de las redes sociales además están consiguiendo el empacho informativo, e incluso relativiza la crueldad, la dominación, la maldad, al mostrar muchas crueldades, dominaciones, maldades. De esta forma se anestesian las emociones y el resultado es la desmovilización.

Acciones simbólicas reivindicativas sin duda permiten trasladar a la ciudadanía la situación, para que cada cual perciba que lo que a ella le ocurre también le pasa a otras personas y de esta forma ir vertebrando movimientos asociativos que sean útiles para resolver primero temas pequeños, y poco a poco ir abordando empresas mayores.

            Concluyendo la movilización social se produciría cuando: La realidad es tan dura que nada se tiene que perder y afecta a un gran número de personas o se han conformado movimientos sociales suficientemente grandes para gestionar la protesta. Es preciso advertir que el mayor cáncer de los movimientos sociales y sindicales son los liderazgos interesados y permanentes. Se pasa al caudillismo “sin darse cuenta” y entonces, los servidores de la común unidad (comunidad), se convierten en amos y señores de “cortijos” muy particulares en los que el interés por el dinero impera. Si además se añaden intereses por ostentar cargos políticos, remunerados en A o en B, la ecuación es desastrosa para las aspiraciones sociales y sindicales. 

Sin embargo estas consideraciones nunca pueden justificar la inacción, Solamente habrá que contar con ellas para atinar al concretar la estrategia que permita la transformación social necesaria, porque como se dice y con razón: “Si no luchas, ya has perdido”.

Fdo Rafael Fenoy Rico

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