Palabras de AMOR en lunes. Por Mary Oliver

Por María Eugenia Manzano

Llamó a mi corazón, un claro día,
con un perfume de jazmín, el viento.
—A cambio de este aroma,
todo el aroma de tus rosas quiero.
—No tengo rosas; flores
en mi jardín no hay ya; todas han muerto.
—Me llevaré los llantos de las fuentes,
las hojas amarillas y los mustios pétalos.
Y el viento huyó… Mi corazón sangraba…
Alma, ¿qué has hecho de tu pobre huerto?
( Antonio Machado )

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Escribo estas palabras de lunes al caer la tarde del domingo y al hacerlo recuerdo. Recuerdo y respiro. Me paro. Si recordar es pasar de nuevo por el corazón, yo nunca te habré olvidado. Me detengo. Espacio vacío, una pausa. Un retiro de silencio en el que por vez primera descubrí la joya que llevamos dentro. Todas diferentes. Tesoros. Mi ser en estado puro. Y el huerto.

Y que cada quien cuide su jardín, que mime el suyo, y deje en paz el ajeno.

Hoy te ofrezco dos poemas que tocan mi corazón. Tal vez puedas regalarte un alto en el tiempo, diez segundos, antes de seguir leyendo.
Respira.
Cierra un instante los ojos y atiende al aire que purifica.
Entrega lo que no es tuyo. Lo que ya no necesitas. Suelta.
Y prosigue ahora despacio. Muy lento. Quita el piloto automático. Un minuto de conciencia.

Puede que tú desde ahí también accedas a la belleza.

Que tengas un lunes bueno y te llegue la armonía.
Que escuches con todo tu ser.
Y que estés bien este día.

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El viaje
Un día por fin supiste
lo que tenías que hacer, y lo empezaste,
aunque a tu alrededor algunas voces
insistían en gritar
malos consejos…
aunque toda la casa
se puso a temblar
y sentiste el viejo tirón
en los tobillos.
“¡Arréglame la vida!”,
gritaba cada una de las voces.
Pero no te detuviste.
Sabías lo que tenías que hacer,
aunque el viento husmeara
con sus dedos rígidos
hasta en los cimientos,
aunque su melancolía
fuese tremenda.
Ya era bastante tarde
y era una noche espantosa
y la carretera estaba llena
de ramas y piedras caídas.
Pero poco a poco,
a medida que dejabas atrás sus voces,
las estrellas comenzaron a arder
a través de las láminas de nubes,
y se oyó una voz nueva
que lentamente
reconociste como tuya,
que te hacía compañía
mientras a zancadas
penetrabas cada vez más en el mundo,
con la decisión de hacer
lo único que podías hacer…
la decisión de salvar
la única vida que podías salvar.

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