‘Bombas de basura’ para África

El 16 de junio se informaba en rueda de prensa en Sevilla de una operación de la Unidad de Policía Nacional Adscrita a la Comunidad Autónoma de Andalucía y Vigilancia Aduanera, que en mi opinión, pasó sin pena ni gloria por los grandes titulares del día. También en los del Campo de Gibraltar, aunque se mencionara al puerto de Algeciras. Porque por desgracia, las mafias tienen al canal del Estrecho como puente de sus despreciables negocietes.

Los cuerpos policiales interceptaron cuatro contenedores con regalito que tenían prevista su salida desde Algeciras a Nigeria con más de 33 toneladas de residuos altamente peligrosos, casi 4 de pequeños aparatos eléctricos contaminantes, 3.000 bombonas de butano con restos de gas licuado derivado del petróleo y 12 vehículos, por supuesto, sin el correspondiente tratamiento de descontaminación.

Detuvieron a cinco personas de un entramado internacional dedicado a localizar, adquirir, almacenar (en este caso en naves industriales de Sevilla), transportar y exportar el material de forma clandestina. Contrataban servicios de empresas de transporte de grandes contenedores para embarcar desde el puerto algecireño todo tipo de residuos peligrosos hasta países sudafricanos.

Esto es lo que se intervino, pero de lo que pase, lleve pasando y pasará desapercibido en los edificios de contenedores que vemos sobre la cubierta de los enormes barcos, quién sabe. Son bombas de relojería que viajan sin tratamiento alguno; auténticos cócteles de gas, aceites, metales… 

Es lógico que estemos pendientes de lo que entra por el Estrecho a la civilizada Europa, pero ¿y el camino inverso con Africa como contenedor de nuestras basuritas? Un asunto que no es nuevo pero, total, aquello es tan grande… pensarán los animales de dos patas; y total, los mafiosos son los que trafican con basura, pensará el empresario civilizado que se ahorra la descontaminación de su mierda.

Pero esta cadena infame de PIRATAS prosigue tras el envío. En Africa se procede a la denominada “canibalización” del material, o sea, el desmontaje de TODO para extraer lo que pueda tener valor –sobre todo, cobre– mientras se produce la emisión de vertidos y gases contaminantes. 33 toneladas “no son nada”, porque al otro lado se multiplican con ceros incontables.

ACRA, EL MAYOR VERTEDERO EUROPEO EN AFRICA

Foto. Andrés Carrasco

Foto: Andrés Carrasco

Cuando supe de esta operación me acordé del viaje a Ghana que hizo a finales de 2019 Andrés Carrasco, amigo y maravilloso fotógrafo algecireño. Estuvo en la capital, Acra, donde se ubica el que se considera el mayor vertedero de basura electrónica de Africa y uno de los más grandes del mundo. Imposible pronunciar su nombre, Agbogbloshie, como creer lo que allí ocurre.

Andrés lo conoció en persona pero con dos simples palabras «vertedero Ghana» en el buscador del maravilloso mundo de internet aparecerá ante sus ojos el dantesco espectáculo. Montañas y montañas de chatarra electrónica a lo largo de 11 hectáreas, donde trabajan aproximadamente 40.000 personas de una población de 100.000 personas que vive o malvive alrededor de este horror.

«No puedes entrar allí y ponerte a hacer fotos. La gente allí no está acostumbrada a eso», me cuenta Andrés. «Está controlado por mafias. Tiene que acompañarte un guía. Hay que hablar con los jefes, por llamarlos de alguna manera, que controlan el vertedero».

«No pudimos verlo todo… No había tierra, sólo pisabas basura, no sabías si debajo podía haber un boquete. Eran montañas de cables, monitores, plásticos, latas, todos tipo de electrodomésticos, neveras descuartizadas, lavadoras, aparatos de aire acondicionado, amplificadores, aspiradoras, baterías de coche, móviles… todos lo que puedas imaginar. Hasta vi una moto de la Policía española, de las que se utilizaban hace 15 o 20 años en ciudades. ¡Estaba allí, en Ghana, desguazada!». Un etcétera interminable. «Hay una peste enorme allí dentro –sigue Andrés–. Son pequeñas parcelitas, cada una de un mafioso, donde los trabajadores cogen, parten, queman todo lo que mande su mafioso. Desmontan todo lo que se pueda aprovechar. Todo vale. Pero además, una vez se despieza, queda una segunda tanda de materiales a las que la gente le saca partido porque busca otro material. Ya flipaba cuando veía vídeos del tema pero cuando lo ves en vivo y en directo, es muy fuerte», recuerda Andrés.

A Ghana llegan entre 600 y 700 contenedores al mes con estos desechos (recuerden: en la operación mencionada se intervinieron 4). Está prohibido el transporte de este tipo de mercancía, pero todo está previsto y planificado: la basura entra en el país como «material de segunda mano» y voilá, entra sin problema.

Además de adultos, por supuesto trabajan en el vertedero niños y adolescentes. «Muchos chavales no sólo no habían salido de la capital, sino del basurero. No conocían más que eso. Para las familias es su único ingreso. Las madres se tienen que llevar a los niños y ellos juegan allí, en el vertedero. Vienes de Europa, estamos acostumbrados a que se proteja al menor. Aquí es todo lo contrario. El niño está explotado por necesidad», dice Andrés sin dudar.

Porque en una jornada de sol a sol –la luz eléctrica es ciencia-ficción– pueden ganar entre 2,5 o 3,5 euros. Lo justo para alimentar a diario a la familia. La gente trabaja para comer «y saben que a corto, medio plazo también se están matando. El índice de contaminación multiplica por 100 el permitido por la Unión Europea».

Los materiales se tratan en pequeñas fogatas, de las que se libera humo contaminante, por no hablar de los vertidos que calan y se extienden por la tierra. Imagínense la calidad del agua. La que haya, claro porque no existe ese grifo que abrimos en un gesto rutinario en casa. Pero «ese es el problema. Que el vertedero no se les puede quitar de un día para otro. No se les puede quitar porque literalmente se mueren de hambre».

Foto Andrés Carrasco

Foto: Andrés Carrasco

Impacta lo que cuenta Andrés Carrasco. Horroriza la realidad más que evidente del primer mundo con el tercero a su servicio gracias a bandas criminales aprovechando cualquier recurso si da dinero y al defraudador que va de legal si puede ahorrárselo. Da igual residuos contaminantes, salud pública, medioambiente, explotación laboral y especialmente la infantil que genera la terrorífica espiral de la necesidad.

Comentaba Andrés la gran verdad que se trajo, como en otros muchos viajes que ha realizado por trabajo, donde esa necesidad aprieta y ahoga porque la víctima no tiene alternativa: que este vertedero muestra y demuestra «cómo el ser humano se puede adaptar a todo». Estos artefactos de basura, negociete para unos, trabajo para otros –como muchos– ejemplifican la cara oscura de la parte más podrida del mundo.

Gracias a los fotoperiodistas, en especial a Andrés Carrasco, que son nuestros ojos aunque algunos no quieran que miremos su crimen.

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