Crisis y Recesión. Por Juan de Dios Regordan

En los primeros momentos en los que se empezó a tomar conciencia de la crisis, con preocupación, pero sin miedos, se hablaba y denunciaban temas que había que abordar para erradicar en lo posible los fundamentos de injusticia. En concreto podemos enumerar: la supresión de los paraísos fiscales, la necesidad de establecer los límites de sueldos máximos, la necesidad de valorar el ahorro por encima del consumo, no centrar la economía en el pelotazo del ladrillo, la potenciación de la formación e investigación, la cobertura social de los más desfavorecidos.

Incluso se insinuaba la posibilidad de cierta nacionalización de la banca. Se hablaba, en el fondo, de forma general de un cambio de las estructuras económicas y financieras del sistema capitalista. Estructuras, en gran parte, opresivas, deshumanizadoras, adornadas de falsos humanismos, ya que en el fondo su única pretensión era sacar el máximo beneficio en el menor tiempo. La realidad era que, mientras una parte de la sociedad gozaba de bonanza, se mantenía con toda naturalidad un índice mundial perverso de desnutrición, hambre, muerte, corrupción, violencia, que demostraba que todo el sistema que lo sustentaba estaba infectado del virus del cinismo, la hipocresía y la injusticia,¿Se quiere olvidar estos temas a la hora de hablar de “recesión”? ¿La solución de la crisis pasa por volver a la situación de injusticia? ¿ En qué están quedando muchas de las alarmas como cambio climático, deforestación, violencia contra la vida humana, explotación de los trabajadores y la constatación de que el sistema tampoco nos hacía felices a los que vivíamos en “el bienestar” olvidando a los excluidos? Se buscaban recetas, pero en gran parte parecía que existía una especie de pacto silencioso de que había que admitir estos males como realidades insuperables.

Ni con los miedos ni con las visiones interesadas partidistas se podrá solucionar la crisis. No se trata de “congelar sueldos astronómicos” mientras crece el paro y aumenta la miseria de cada vez más ciudadanos. La realidad de la crisis ha mostrado que es urgente y necesaria la transformación profunda de nuestra sociedad. Si de verdad se dice que se acerca el final de la crisis ¿podemos permitir que eso consista en volver a las estructuras y formas que de hecho la provocaron? ¿No caeríamos en la mayor crisis si admitimos la incapacidad de superar un sistema explotador e injusto?

Juan de Dios Regordán Domínguez

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