Algeciras no te escondas: Después de la tempestad…

Y si las tempestades en nuestra tierra son inigualables en belleza, los días de calma que vienen después lo son en alegría. No tiene precio ese primer paseo por la playa descubriendo los tesoros que la furia del temporal arrojó sobre la arena. En esta última jornada de calma me he llevado tres gratas sorpresas. Una novela, una sensación surrealista, y un local más para añadir a mi ruta de tapeo por Algeciras.El primer regalo que esta Algeciras en calma me ofreció fue la oportunidad de vivir una escena de cine. Como el Cotopaxi, aquel barco que aparecía en medio del desierto en “Encuentros en la tercera fase”, un peaso buque nos dio los buenos días el jueves por la mañana en medio de la playa del Rinconcillo, mi barrio. Mucho mejor que la ballena muerta que suele ser noticia en otras playas, a mí, las ballenas muertas me ponen triste, me gustan vivitas y coleando, como en los documentales del Doctor Costeau. Fue, además de una sorpresa, una alegría ver a tanta algecireña y tanto algecireño disfrutando de un momento especial, como en Carnaval o en Feria, compartiendo ciudadanía. Un poco también como cuando se quemó el hotel Windsor en Madrid y aquello tenía más afluencia que el musical de Mecano. Necesitamos espectáculo, ¿quizá por eso tantas personas añoramos un teatro en la ciudad?El sábado salió el sol con ganas y aproveché la mañana para peregrinar al mercado de abastos a por un poco de esa energía que se acumula en la plaza (ver anterior “Algeciras no te escondas”). Pues no llegué, me esperaban dos sorpresas más por el camino. Ambas en torno al merecido monumento a la madre, ¿o no se merecen las madres un monumento?La primera sobre una manta, llamando mi atención entre un montón de libros de parapsicología de segunda mano, una novela editada por la Fundación Municipal de Cultura “José Luis Cano” en el dos mil cinco. “Jonás el idiota”, de Santiago Vargas Castaños, músico algecireño (o quizás de otro planeta). Entre otros oficios escritor, pensador y practicante de utopías. Acabo de empezarla pero ya me ha levantado varias sonrisas, veo a Bukowski y a Kafka hasta arriba de rebujito y otras drogas en la Feria Real. Inicio una investigación sobre la literatura contemporánea algecireña y otra sobre esa colección de novelas editadas por la FMC.Y ahora, la tercera sorpresa, la que me impidió llegar al mercado. Una de carrillada ibérica elaborada con elegancia; delicias de la casa (pollo, salmón ahumado y queso perfectamente combinados); rollito de hojaldre relleno de ventresca de atún y pimiento del piquillo; crepe relleno de champiñón, bacon y cebolla caramelizada cubierto de salsa de queso. Ya por gula, tarta casera de chocolate y bizcocho con una cobertura que sería absurdo intentar describir, o la pruebas, o no te esfuerces en imaginarla. A veces me gustaría tener una de esas enormes barrigas con capacidad extra para poder degustar muchos más platos porque me quedé con ganas de las albóndigas de choco y gambas, el camembert a la plancha y el arroz.

Un nuevo (para mí, porque lleva abierto como un año) bar restaurante de nivel en la calle Bailén. Entre tejas. Local acogedor, buen vino, y acertada selección de tapas entre lo tradicional y la nueva cocina. Buena materia prima bien aprovechada. Y una “estrella michelín” que sólo tienen algunos locales algecireños cuyas alabanzas acabaré inmortalizando en próximos relatos, la estrella del servicio. La estrella a esa caña servida con una sonrisa, a esa forma de tratarte como si fueras cliente de toda la vida, a esas frases cargadas de humor andaluz dejadas caer por el personal y que siempre te amenizan el tapeo. Este tipo de locales son mi perdición porque, con lo bien que se está en el bar, ¿quién quiere estar en casa?Sr. Gilmore

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