Francis Fukuyama (Chicago, 1952) es un influyente politólogo conservador estadounidense que, hace 30 años, publicó “El fin de la historia y el último hombre” (Planeta, 1992), donde anunciaba el fin de las luchas de clases en un mundo basado en la democracia liberal.
Para Fukuyama “la historia, como luchas de ideologías, ha terminado, con un mundo final basado en democracias liberales como efecto de la caída del comunismo”. Interpretaba el fin de la historia como el fin de las luchas de clase, las guerras y las revoluciones sangrientas. Pero evidentemente esto no ha sucedido, ya que el auge de los autoritarismos ha puesto en cuestión todos sus postulados.
Fukuyama, inspirándose en Hegel y en algunos de los exégetas del siglo XX como Alexandre Kojève, afirmaba que el motor de la historia, que es el deseo de reconocimiento, se ha paralizado en la actualidad, debido a la disolución del bloque conformado por gobiernos comunistas, acto que dejaba como única opción viable una democracia liberal, tanto en lo económico como en lo político
Se constituía así el llamado pensamiento único: las ideologías ya no son necesarias y han sido sustituidas por la economía. Estados Unidos es, por así decirlo, la única realización posible del sueño marxista de una sociedad sin clases. En palabras de Fukuyama: “El fin de la historia significaría el fin de las guerras y las revoluciones sangrientas, los hombres satisfacen ya sus necesidades a través de la actividad económica sin tener que arriesgar sus vidas en ese tipo de batallas”.
Fukuyama estaba bien equivocado. Después de leer su libro, la sensación era de estar viviendo un tiempo de descuento, de vivir una época en la que todo parecía póstumo, de que todas las grandes cosas ya ocurrieron y solo nos quedaba asistir al final de las cosas. Pero estamos comprobando que lo que viene después puede ser mucho más interesante. Vivir los tiempos interesantes, que dice una supuesta maldición china.
Ahora, el politólogo regresa con un nuevo libro “El liberalismo y sus desencantados” (Deusto, 2022), donde identifica las amenazas del liberalismo clásico, que defiende. Por un neoliberalismo descarriado, que demonizó al Estado, acabó con la solidaridad y apostó por el empuje individual, generando una desigualdad insostenible. Y por las corrientes identitarias desbocadas, tanto de la derecha nacionalista conspiranoica como de la izquierda demasiado centrada en las minorías. Fukuyama cree que hoy el conservadurismo y la derecha resultan más peligrosos y alejados del liberalismo que la izquierda.
El lunes pasado, en una conferencia sobre el libro en la sede madrileña de la Fundación Rafael del Pino, afirmó que “los neoliberales fueron demasiado lejos. Ahora lo que hace falta son más políticas socialdemócratas, que redistribuyen riqueza y evitan la polarización”. Algo ha cambiado en Fukuyama. Se ha distanciado del neoliberalismo clásico para acercarse a postulados socialdemócratas. Pero para confirmarlo habrá que esperar a su próximo libro. De momento sus objeciones a nuestra forma de vida no parecen tan erróneas, porque terminaba su conferencia en Madrid diciendo que “la única premisa valida es la igual dignidad de todas las personas”. Vamos bien.
Un comentario
La redistribución de la riqueza es lo que querríamos todos, pero las políticas socialdemócratas se dedican a crear el bienestar de unos pocos comodones a costa de otros trabajadores y eso está llevando a que estos que trabajan se cansen de mantener a los otros. Mal asunto para la socialdemocracia