Espero también poder responder directamente a vuestras preguntas al final del discurso. Mi agradecimiento a mi amigo y Embajador del Reino Unido en España, Simon Manley, por sus amables palabras de presentación. Creo que esa amabilidad es fruto tanto de la amistad que nos profesamos como de la realidad Gibraltareña que él conoce, ya que Simon ha estado con nosotros en Gibraltar en varias ocasiones y habla conociendo muy bien lo que describe. Mi reconocimiento, finalmente, a todos ustedes, que han querido acompañarnos en este prestigioso hotel esta fría mañana madrileña. Os quiero asegurar que vengo para presentar este discurso desde el máximo respeto a las autoridades españolas que, en el tema fundamental de la soberanía de Gibraltar, mantienen una opinión diametralmente distinta a la mía, a la de mi Gobierno y a la de la abundante mayoría de los gibraltareños. Pero es ese mismo respeto el que me alienta a presentar aquí nuestro punto de vista contrario. Hace ahora 50 años que ya cantaba Bob Dylan eso de The times, they are a changing. Los tiempos están cambiando. Y los tiempos han cambiado vertiginosamente en los 42 cortos años de mi vida. Estos han sido los años del fin de la Guerra Fría; de la era de la Descolonización; de la reconciliación francoalemana y la caída del Muro de Berlín. Hemos pasado de la Segunda Guerra Mundial a un cuerpo llamado Naciones Unidas; de la Europa dividida por el nazismo a la Unión Europea, a la que Gibraltar pertenece desde 1973, y de un mundo donde la comunicación ha cambiado más que todo lo demás. Hoy se mandan pocas cartas por correo; pero todos los días nos intercambiamos más de 100 billones de correos electrónicos.
Esto no incluye los miles de millones de SMS, WhatsApp, BlackBerry Messenger etc. Y es verdad que, entre lo que más ha cambiado —justamente— ha sido España, que ha viajado a la plena democracia, hoy presidida por un jefe de Estado que representa, en la persona de Su Majestad Felipe VI, una monarquía constitucional moderna. Mi infancia y adolescencia han conocido los rigores del aislamiento de Gibraltar por el cierre de la frontera. La generación anterior a la mía conoció, por su parte, la diáspora, denominada “evacuación de Gibraltar” durante la Segunda Guerra Mundial. Ellos fueron quienes, a su regreso al Peñón, emprendieron la construcción de su plena ciudadanía, con todos los derechos civiles hoy plenamente consolidados en nuestro ordenamiento jurídico y nuestra Constitución, aprobada por el pueblo de Gibraltar en referendo. Y hoy por hoy, el poder real en Gibraltar reside, como en toda Europa, en las urnas. Y será siempre el pueblo de Gibraltar el que decida su futuro político en ejercicio del derecho de autodeterminación que el Reino Unido le reconoce.
Y es que los tiempos —sin duda alguna— han cambiado y siguen cambiando. Estamos viviendo esos cambios de perspectivas y de innovaciones políticas. El Presidente Obama acaba de tener un gesto trascendente con Cuba, que abrirá nuevos caminos tras más de 50 años de bloqueo. E incluso puedo aludir a que el presidente del gobierno español, Rajoy, también ha llevado a cabo otra iniciativa de futuro: su firma de convenios con el Principado de Andorra en materia fiscal. Esto también ha sido un gesto transcendente y apartado del pasado. Espero que este gesto del Presidente del Gobierno se pueda reproducir con Gibraltar en la actitud de ejecución de los acuerdos que ya nos unen en relación al intercambio de información en materia fiscal y que van mucho más allá que lo ahora pactado por España con el territorio pirenaico. Gibraltar también ha cambiado mucho: de una frontera cerrada desde 1969 a una frontera abierta por la democracia. De conversaciones sola e inútilmente bilaterales entre el Reino Unido y España a conversaciones trilaterales que resultaron de gran beneficio mutuo. Pero no antes de que mi antecesor como Ministro Principal, Sir Peter Caruana, tuviera también unos años muy flacos en cuanto a sus relaciones con España. No sólo ha sido Picardo el que se ha encontrado en situaciones de conflicto con Madrid. Los años entre el 97 y el 2003 fueron también muy difíciles, con numerosas y largas colas y muchos titulares negativos y antigibraltareños en la prensa española. Todo lo que hemos vivido nosotros estos últimos tres años fue lo que vivió Gibraltar en esos primeros dos mandatos de Caruana, cuando Londres llegó a plantearse el concepto de la soberanía conjunta; un invento estéril y sin futuro, entonces y ahora. Pero llegaron luego el Foro Tripartito y los Acuerdos de Córdoba. Éstos fueron el impulso de un momento nuevo; de una nueva esperanza de cooperación y de modernidad que todos en Gibraltar acogimos.
Pero esta esperanza fue abruptamente interrumpida por el actual gobierno español, poco después de ser elegido y de acuerdo con su política manifiesta de acabar con el proceso establecido por el Foro Tripartito. A pesar de esto, el Reino Unido y Gibraltar —de buena fe— seguimos cumpliendo, incluso hoy, con la parte de esos acuerdos relativos al pago de las pensiones de los antiguos trabajadores españoles en Gibraltar y la permanencia del Instituto Cervantes en el Peñón. En relación a las pensiones, ya se ha pagado más de 75 millones de libras a pensionistas españoles, y las cifras siguen creciendo. Mientras tanto, el gobierno español sigue incumpliendo los acuerdos de Córdoba, por ejemplo, con su intento de excluir al aeropuerto de Gibraltar de la aplicación del régimen del Cielo Único comunitario. No tiene sentido esto último. España insiste en que el aeropuerto está localizado en un istmo no sujeto al tratado de Utrecht. Ni el Reino Unido ni Gibraltar admiten que el aeropuerto y el istmo no sean parte del Gibraltar moderno y que, en virtud de los acuerdos de Helsinki, están dentro de las fronteras de la posguerra. Pero, independientemente de quién tenga razón, ¡el aeropuerto está en Europa!
En Gibraltar se aplica todo el Derecho comunitario, menos el excluido por el Tratado de adhesión en materia de libre circulación de mercancías. Mi Gobierno ha invertido grandes sumas en asegurar que todas las Directivas comunitarias están al día. Cuando no estaban al día, España criticaba que así fuera. Entonces, ¿por qué España juega a pretender que no se aplique la normativa comunitaria al aeropuerto de Gibraltar? Es incomprensible y no ayuda de ninguna manera a la reclamación española del istmo. Pero bueno, nosotros, los optimistas, pensamos que aún puede haber esperanza de una reconducción de la política de enfrentamiento que ha marcado estos últimos años. Yo creo que el diálogo es un instrumento político, no es un fin en sí mismo. Antes de nada, el diálogo es un instrumento que nos facilita la resolución de conflictos. Yo, desde luego, no conozco ningún desacuerdo que no haya precisado de conversaciones para convertirlo en un asunto del pasado y, por tanto, solucionarlo. Por ello, hablemos ahora del futuro. El futuro hay que ganárselo. Es mi propósito hoy aquí: trazar las líneas de un futuro de convivencia civilizada, de cooperación y de comprensión mutua desde el diálogo y la franqueza. Esto sí que se merece nuestro esfuerzo. Hay un obstáculo indiscutible: en la actualidad todos los puentes de comunicación y de interlocución están cortados. Se me escapa por completo lo que gana un gran país como España segando toda relación con un territorio pequeño como Gibraltar. No somos ni queremos ser la piedra angular de la política española, pero sería escandaloso que lo fuera en la época presente, un tiempo obligado a la cooperación antiterrorista, cooperación en materia fiscal, medioambiental etc. que precisa de desarrollo económico compartido. Es increíble que en un mundo globalizado no haya cooperación entre territorios vecinos. Vivimos en un mundo de oportunidades y a ellas debemos agarrarnos si queremos el bien de nuestros pueblos. Gibraltar y el Campo de Gibraltar están en una embocadura estratégica desde todos los puntos de vista: económico, logístico, geográfico, turístico, etc. y Gibraltar hoy presenta grandes oportunidades a la zona: Nuestro PIB creció un 10,3 % el año pasado. Se prevé que nuestra deuda se reduzca a casi un 15 % del PIB. Creamos un 18 % más de empleo transfronterizo el año pasado al mismo tiempo que redujimos el desempleo en Gibraltar. Todo esto con un superávit de 65 millones de libras o casi el 15 % de los presupuestos del Estado. ¿Qué significa Gibraltar para las economías de su entorno? En un pequeño resumen de cifras que lo ilustran, en un estudio realizado por la Cámara de Comercio de Gibraltar en 2007, se pudo determinar que: – los trabajadores transfronterizos ganaron más de 125 millones de libras en la economía de Gibraltar que repartirían al Campo de Gibraltar; – el número de puestos de trabajos duraderos generados por la economía de Gibraltar representaba el 18 % de todos los puestos de trabajos del Campo de Gibraltar; y – la economía de Gibraltar contribuyó aproximadamente a generar el 12,2 % del PIB del Campo de Gibraltar durante el 2007. En esos momentos, el Foro Tripartito marcaba la Cooperación entre nosotros y todavía no había empezado la crisis en España. Hoy os puedo divulgar los resultados de un estudio similar completado ayer por la Cámara de Comercio de Gibraltar. Está con nosotros hoy el Presidente de la Cámara, Christian Hernández, y quiero darle las gracias por haberme cedido estas cifras ayer. En cuanto me comunicó estos datos, supe que era importante compartirlos con ustedes. También me acompañan aquí grandes empresarios de Gibraltar que ya manejan negocios en España, pero podría hacer aún más. Una clase comercial íntegra y con la ambición de ver fluidez en las relaciones políticas entre nosotros. Bueno, veamos qué ha ocurrido desde que se interrumpió el Foro y cómo ha afectado el impacto de la economía de Gibraltar en la del Campo. En 2007, los trabajadores transfronterizos ganaron 125 millones de libras (145 millones de euros) gracias a sus puestos de trabajo en Gibraltar. En 2013, durante la crisis, esta suma subió un 47 %, hasta alcanzar los 186 millones de libras o 246millones de euros. No está nada mal. En 2007, los negocios establecidos en Gibraltar compraron bienes y servicios por valor de 174 millones de libras (200 millones de euros) en el Campo de Gibraltar. Esta suma se incrementó un 120 %, alcanzando los 381 millones de libras o los 476 millones de euros en 2013. No son sumas que presenten a Gibraltar como enemigo del comercio en el Campo de Gibraltar, sino como lo opuesto. En 2007, la economía de Gibraltar contribuyó a una octava parte del PIB del Campo. En 2013, este dato se disparó hasta duplicarse, tanto que la economía de Gibraltar ahora representa una cuarta parte del PIB del Campo. En cifras concretas, representamos 846 millones de libras de un PIB de 3.472 millones. Y en términos desempleo, en 2007 uno de cada seis puestos de trabajo en el Campo se originaban en Gibraltar. Aún no dispongo de la cifra para el 2013, pera dadas todas las otras cifras, está claro que será más de uno de cada seis puestos de trabajo. Y es que Gibraltar ya da empleo directo a casi diez mil personas que todos los días cruzan la frontera para trabajar en el Peñón. Seríamos ya una de las empresas más grandes de Andalucía. Y podríamos conseguir aún más. Como he dicho en las Naciones Unidas, tenemos la oportunidad de crear en nuestra preciosa zona un arco de prosperidad, de empleo y de riqueza para la clase trabajadora y media de ambos lados de la frontera, desde Tarifa a Gibraltar. Es un reto al que tengo la ambición de asomarme. En Gibraltar, nuestra gestión ha logrado una cifra de desempleo que, hoy por hoy, ronda los 220 individuos. Esto es más que pleno empleo. Y si hubiera cooperación, ésta podría ser la situación en todo el Campo de Gibraltar. Con una hoja de ruta económica a cien años, con la fiscalidad pactada entre Gibraltar, Madrid, Londres y la Comisión Europea, seríamos imbatibles en el Mercado Único europeo. Esa situación de oportunidad requiere del compromiso de todas las partes concernidas para sacar todo el provecho que exigen nuestras respectivas poblaciones. Ésa es mi propuesta en el día de hoy. Comenzaré con un ejemplo: Nuestra voluntad de cooperación fiscal y judicial, que son asuntos íntegramente de nuestra jurisdicción y que muchas veces han sido repetidos emblemas de crítica contra Gibraltar en la prensa española. Gibraltar está dispuesto y tiene la obligación de cooperar en esta materia por su condición de miembro de la Unión Europea. Cuando el ministro Montoro se manifestó en contra de Gibraltar, alegando que no cooperábamos, le dirigí una carta indicando que estaba equivocado y explicándole las vías de cooperación disponibles. Desde entonces, me alegro de poder confirmar que hemos tramitado decenas de solicitudes, atendidas por nuestras autoridades fiscales y que hemos adelantado a España, como parte del “Grupo de 5” en cuanto a la tramitación de información fiscal. También firmé en octubre en Berlín, con el ministro de Guindos y otros cincuenta ministros con responsabilidad en materia financiera, el Acuerdo Multilateral de Intercambio Automático de Información sobre Cuentas Financieras, que también se conoce como el equivalente internacional de la FATCA. Entonces, clarifiquemos, mi propuesta de cooperación no requiere que Gibraltar sea el paraíso fiscal opaco que no es pero nos acusan de ser. No olvidemos que el excomisario europeo Barnier ya certificó que Gibraltar cumple escrupulosamente con la normativa europea en materia de regulación de su centro financiero, o que tenemos 135 acuerdos de intercambio de información y transparencia con 80 países, entre ellos Estados Unidos, Francia y Alemania. No hay, entonces, razón alguna para describir a Gibraltar, hoy por hoy, como un paraíso fiscal opaco que no proporciona información a la Hacienda Española. Aquí comprendo que las historias que se os presentan son diferentes y muy negativas en la percepción, no sólo de Gibraltar sino de toda nuestra zona. Eso es lo que llamamos esconder la verdad de Gibraltar y de su Campo. Se trata de – por ejemplo – lanzar con bombo y platillo quejas de que Gibraltar actúa en contra del Derecho comunitario en temas de medioambiente, materia fiscal, etc. Y luego, de esconder, no informar o simplemente ignorar que las autoridades comunitarias nos han dado —una vez tras otra— la razón expresamente en todas las demandas y quejas medioambientales o de materia fiscal presentadas por España o por algunos grupos parlamentarios en el Parlamento Europeo. Ya sean las quejas sobre la correcta defensa que realizamos contra la erosión de nuestras pequeñas pero atractivas playas o sobre la protección de la fauna marina, mediante un arrecife artificial idéntico a los 130 que ha creado España, o en relación a esos “rellenos” que dan tanto que escribir en verano. Y es que cuando Gibraltar mueve ficha, siempre intenta hacerlo de manera honesta y acorde a la normativa comunitaria. Siempre buscamos no ser desleales con nuestros vecinos y siempre estamos preparados para cooperar, hablar y buscar soluciones a temas intratables, y es que nuestra voluntad es afrontar con decisión la cooperación en materia medioambiental, de servicios financieros, fiscalidad, cooperación judicial, aduanera, policial, de seguridad marítima etc… Éstos son asuntos hoy totalmente paralizados y que debían “crear una atmósfera constructiva de cooperación y confianza mutua y equilibrada”, según el Foro Tripartito y en ese espíritu permanecemos. De todas formas, yo no vengo a lamentarme de nada, pero quiero que conozcan que las colas para entrar y salir del Peñón son, cuando se establecen arbitrariamente, absolutamente inhumanas, porque no las hay ni iguales ni similares en toda la Unión Europea —vayan ustedes a donde vayan—, incluidas las fronteras con países extracomunitarios. Así lo saben los integrantes de la misión técnica que han visitado La Línea y Gibraltar por encargo de la Comisión Europea. Así lo han dicho en sus cartas al gobierno español. Las colas tienen una motivación política y no fiscal ni aduanera. Afectan por igual a los gibraltareños y a los trabajadores transfronterizos. El sufrimiento de los que la pasan a pie o en vehículos es innecesario y el turismo y el comercio de ambos lados lo pagan con creces. Como las grandes entidades españolas que trabajan en Gibraltar. Y eso sin entrar a hablar de las familias y las amistades a ambos lados de la frontera, que mantienen sus lazos a pesar de los pesares de esa frontera sin corazón. A pesar de todo, Gibraltar está dispuesto a trabajar dentro de la propuesta de conversaciones “ad hoc” elaborada con el Reino Unido como fórmula transitoria y paralela al Foro Tripartito, con el que el Reino Unido y Gibraltar seguimos fuertemente comprometidos. Porque perdemos un tiempo precioso cada día que faltamos al diálogo. Estas conversaciones ad hoc entre las autoridades relevantes tendrían el objetivo de intentar solucionar temas puntuales que requieran contacto entre las partes. No podemos hacer más. Hemos intentado con el Reino Unido acercar las condiciones de todas las partes para poder avanzar en el diálogo. Lo que está claro es que la ausencia del diálogo establecido por el Foro Tripartito no va a dar lugar a que vuelva el diálogo bilateral, pero nosotros tenemos voluntad de dar continuidad al diálogo. Estamos esperando en la mesa del Foro Tripartito y en las mesas ad hoc. Tengo la profunda convicción de que es más bien hora de hablar de lo que nos une y no de insistir en lo que nos divide; de cómo podemos hacer frente a la delincuencia internacional, a las bolsas de fraude, a evitar juntos daños ecológicos, al cumplimiento de la legalidad, a crear más empleo conjuntamente, a buscar conectividad y sinergias con la finalidad de mejorar las vidas de nuestros ciudadanos. La Historia no perdonará al que se resista a esta actitud moderna y progresista. Nosotros estamos por la labor. Ésta es nuestra ambición de futuro. Nuestra ambición de prosperidad compartida. De espaldas unos a otros no vamos a conseguir nada. ¡Tengo tanto más que deciros! ¡Tanto más que contar de la cultura, el arte y la realidad de Gibraltar! Os quiero hablar de nuestros festivales de jazz, literatura y música. Mejor que pare aquí y atienda vuestras preguntas. ¡Vengan a Gibraltar! Es mucho más que el Peñón y el titular desagradable de una mañana de verano sin noticias. Muchas gracias. PUNTOS DE CLARIFICACCION * Gibraltar no es una colonia. Gibraltar es un territorio de ultramar con su propia Constitución, su propio Parlamento y su propio Gobierno. Todos ellos son elegidos democráticamente por los ciudadanos de Gibraltar. * El Reino Unido y Gibraltar tienen una relación madura, una relación que se ha ido transformando y desarrollando a lo largo de las décadas y que refleja los principios y valores democráticos de las sociedades europeas más avanzadas y más tolerantes del siglo XXI. * Los gibraltareños son ciudadanos británicos, ciudadanos británicos como yo o como los más de 500.000 ciudadanos británicos que viven en España —y compran propiedades aquí— o los más de 15 millones ciudadanos británicos que visitaron este país el año pasado. * Los ciudadanos de Gibraltar son ciudadanos europeos, como la mayoría de los que estamos aquí, ciudadanos europeos representados en las Instituciones de la UE, como todos nosotros, y que cuentan con los mismos derechos y deberes que el resto de nosotros. * Pero los gibraltareños son también ciudadanos británicos que tienen una larga y estrecha relación con sus vecinos y amigos españoles de la comarca. En muchos casos, estas relaciones son familiares pero también las hay de amistad o de trabajo. * Los orígenes y los ancestros de los gibraltareños son muy variados y son un reflejo de la riqueza cultural del Mediterráneo y de sus lazos con el Reino Unido. * Los gibraltareños son británicos que quieren mantener sus lazos con el Reino Unido de forma voluntaria. Gibraltar ha sido parte de la historia del Reino Unido desde hace más de trescientos años y tienen todo el derecho del mundo a sentirse parte de esa historia común y a reivindicar su identidad. * Si se les permite, los gibraltareños son un puente natural entre culturas que, a través de sus conexiones internacionales, pueden jugar un papel positivo en el desarrollo económico del Campo de Gibraltar.