Estas imágenes hablan por sí solas.
El monte que ayer era vida, hoy es silencio y ceniza. Tras el incendio que arrasó parte del paraíso natural que rodea nuestra tierra, lo que queda es un paisaje herido. Árboles calcinados, laderas negras, un aire espeso que aún huele a humo y a pérdida.
Desde el cielo, la magnitud de la tragedia se hace aún más evidente.
Las llamas no solo se llevaron vegetación. Se llevaron hogares de animales, ecosistemas enteros, décadas de crecimiento… Se llevaron un pedazo del alma verde de Tarifa.
Pero en medio de este dolor, también hay esperanza.
Esperanza en cada bombero que luchó sin descanso.
Esperanza en cada vecino que ayudó, que alertó, que abrió su casa o simplemente ofreció agua.
Esperanza en la capacidad que tiene la naturaleza para renacer, aunque tarde tiempo.
Y en nosotros, para aprender, proteger y no mirar hacia otro lado.
Este monte volverá a vestirse de verde. Pero no olvidemos lo que pasó. Cuidémoslo.
Porque lo que arde hoy… es lo que nos faltará mañana.