Desde que se decretó el estado de alarma, la cruz está sometida a un simbólico confinamiento en esta humilde congregación de la localidad gaditana, donde tenía previsto estar solo un día.
El superior de esta comunidad, Sergio García, considera “un signo de Dios” que el destino quisiera que la cruz permaneciera en esta parroquia, que cuenta con una casa de acogida para jóvenes inmigrantes y que se asienta en una de las zonas más castigadas del Mediterráneo por la llegada de pateras.
Nada de esto podían haber imaginado en esta pequeña comunidad de frailes trinitarios cuando en julio de 2013 el papa Francisco realizó su primera salida de El Vaticano para visitar la isla italiana de Lampedusa, donde días antes habían muerto 349 inmigrantes tras naufragar el barco en el que intentaban alcanzar Europa.
Aquel suceso impactó tanto al nuevo Papa que, tras bendecir aquella cruz construida con las maderas de una patera, pidió que peregrinara por el mundo para concienciar sobre la tragedia humanitaria de la inmigración.
Dentro de esta peregrinación, la cruz llegó a Algeciras el sábado 14 de marzo, donde iba a permanecer un día, pero donde su estancia ya va para un mes.
Algeciras es la puerta a Europa desde el Estrecho de Gibraltar, una de las zonas del Mediterráneo más castigadas por la tragedia de la inmigración. Según el último informe de la Organización Internacional para las Migraciones, 769 personas perdieron la vida en 2018 intentando cruzarlo en patera.
Para el párroco Sergio García, esta inesperada custodia de la Cruz de Lampedusa en Algeciras “es una ‘diosidencia’. Quien tiene fe, sabe que no hay coincidencias. Desde la fe, todo tiene un sentido especial”.
Y es que, pegando con el muro de la parroquia, los trinitarios de Algeciras albergan a 22 jóvenes, 19 de ellos inmigrantes de distintas nacionalidades, en una casa de acogida.
La estancia de la cruz tampoco ha pasado desapercibida para ellos: “El primer día se les explicó que la cruz estaba hecha con madera de pateras y se emocionaron, porque muchos conocían ese sufrimiento. Hubo un momento de oración para que cada uno le pidiera a su Dios, y es lo que hacemos todos los días al rezar en nuestra capilla”, explica el hermano Sergio.
El superior de la comunidad no puede dejar de evocar la leyenda de la Virgen de la Palma, patrona de Algeciras, de la que cuenta la historia que fue tallada en Italia y enviada en barco a una iglesia Cádiz a la que nunca llegó porque los temporales en el Estrecho se empeñaron en retener en Algeciras al barco que la transportaba.
Este hecho fue interpretado por el pueblo algecireño como una señal de la Virgen, que ya nunca abandonó la ciudad.
“Se me ponen los vellos de punta de pensarlo”, confiesa el párroco, que no descarta la posibilidad de hacer lo mismo con la cruz bendecida por el Papa en Lampedusa como símbolo frente a la tragedia humanitaria. “Al menos, una réplica”, suspira.