Una moción de censura para echar a Sánchez. Por: Ángel Luis Jiménez

La inquietud por la supervivencia del Gobierno está en sus cotas más altas en distintos sectores de este país, además la debilidad parlamentaria es cada vez más opresiva, por eso ya se habla de una posible moción de censura.
La unión de PP, Vox y Junts acaba de tumbar un decreto ómnibus clave con medidas como la subida de las pensiones, la prórroga de las ayudas al transporte público y un amplio escudo social. Sin embargo, esta semana, en Davos, Sánchez se reunía con la cúpula del Ibex 35 y nada en esa reunión hacía pensar en un presidente con riesgo real de caer.
Aunque algunos de esos dirigentes del Ibex 35 son muy críticos en privado con el movimiento de Sánchez en Telefónica e Intra, y persisten los reproches habituales del PP, ahora por las reformas presentada por el Gobierno en RTVE y la Justicia, nadie niega que el mensaje de autoridad de Pedro Sánchez ha sido muy claro.
El mundo económico, no solo el político, lo ha entendido así. Si la pregunta constante es cuándo caerá este Gobierno, lo de Telefónica es una muestra evidente de que Sánchez está tomando decisiones a largo plazo y que nadie está de salida.
Durante muchos años, la izquierda ha asumido que solo le toca disputar con la derecha el poder político, el legislativo y el Ejecutivo, aceptando que el poder judicial y el económico, o incluso el mediático, son cosas que corresponden a la derecha casi de forma natural, porque los dominan desde siempre.
Pero, el gesto en Telefónica, el acuerdo con todos los grupos de la mayoría para desbloquear la dirección de RTVE (en la que el PP ha quedado arrinconado con solo 4 de los 15 consejeros) o las reformas judiciales que está poniendo en marcha el Gobierno, mandan un mensaje diferente.
Pedro Sánchez ha arrancado 2025 con una situación aparentemente contradictoria, aunque en realidad no lo es tanto. Por un lado, su debilidad parlamentaria ha alcanzado el nivel más inquietante, con la caída de un decreto de medidas clave, algo que no había sucedido nunca en casi siete años.
Por otro lado, los movimientos del Gobierno son frenéticos, presentado varias reformas -y con otras que están en cartera- como la de la Justicia, que limita el poder de las acusaciones populares, y cambia el acceso a la carrera judicial para buscar que haya más jueces progresistas o al menos de orígenes sociales más dispares.
La solución de este pulso del decreto ómnibus es clave para entender hacia dónde va la legislatura. El Gobierno cree que con Junts las cosas seguirán muy revueltas hasta que no se resuelva definitivamente la amnistía, una cuestión en la que de nuevo ha sido decisivo el juez Marchena y el Supremo, impidiendo que se beneficie de ella Carles Puigdemont.
Algunas tribunas periodísticas alientan la idea de que el PP estaría en condiciones de garantizar a Puigdemont la aplicación de la amnistía a cambio de su apoyo a Feijóo para una moción de censura, por un supuesto, mediante la ayuda de algunos jueces conservadores. Pero, importantes sectores del partido, especialmente el PP de Madrid, Cataluña y Andalucía, tienen recelos de esa hipotética operación.
Así que, pese a lo que parece por la enorme presión, el Gobierno tiene algo de margen porque en enero la subida de las pensiones está garantizada y quedan algunas semanas hasta que llegue febrero. Todos se mueven, y el PP usará todo lo que tiene a su alcance, sobre todo su mayoría en el Senado, para tratar de que los pensionistas culpen al Gobierno.
Las próximas horas y los próximos días serán muy intensos, y la decisión debe tomarla Sánchez. En el Ejecutivo están convencidos de que encontrarán una salida, como otras veces. Porque la clave de fondo de todo lo que está pasando, tal como lo ve el Gobierno, es la batalla para tumbar a Sánchez.
Sánchez está convencido de que no perderá, pero a la vez está desplegando todos los resortes para reforzar su poder y prepararse para dos años duros, que pueden deparar la sorpresa de una moción de censura para echar al PSOE del Gobierno, porque en la política española las líneas rojas cada vez están más desdibujadas.
Las negociaciones de los partidos con Junts son opacas, no trascienden después al Parlamento. Se exhibe el despliegue del conjunto, y el resultado del toma y daca que acontece entre bambalinas con esos partidos pequeños bien armados de vetos, mientras se escenifica en las cámaras el Gran Conflicto, esa lucha existencial entre dos visiones (PSOE-PP), irreconciliables. Así que, lo único cierto es que en la política de este país navegamos sin mapa y nadie nos vertebra. Somos un curioso animal político invertebrado, pero más resiliente de lo que parece. A pesar de los partidos.