En una sesión con profesores y alumnos del IESE Business School en Barcelona, Hernández de Cos ha señalado que en las economías desarrolladas el SMI puede ayudar a reducir algunas desigualdades sociales, pero que, a la vez, también tiene “efectos secundarios” sobre las personas más vulnerables, como los jóvenes o los parados mayores de 45 años. ¡Por Dios!, que los 15 euros representan el 1,6% respecto al SMI de 2020. Ni eso se puede permitir la economía española, según el Banco de España, teniendo ya una inflación del 3,3% al final de agosto.
Hernández de Cos también se ha referido en su intervención en el IESE al elevado endeudamiento público de España, que hace a la economía “muy vulnerable” para afrontar nuevas crisis. Por eso, el gobernador ha pedido “prudencia” en los aumentos del SMI y ha recordado la importancia de afrontar uno de los problemas estructurales de la economía española, que es el de la productividad. El señor Hernández se olvida que la subida del SMI se hace en línea con las recomendaciones de los expertos de Bruselas para alcanzar con este salario el 60% del sueldo medio en 2023, pero los empresarios siguen siendo reacios a subir salarios.
Los sindicatos han calificado de “positivo” el acuerdo, y han considerado que la posición del Ejecutivo de aumentar el salario mínimo “va en el camino adecuado”. Pero, al mismo tiempo, han demandado al Gobierno que convoque la mesa de negociación “cuanto antes”, para a partir del 1 de enero de 2022 “llegar ya a los 1.000 euros mínimos mensuales” y resolver los problemas más graves de los trabajadores más vulnerables de nuestro país.
En el Informe España 2050 de la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia, presentado recientemente por el Gobierno, el segundo capítulo muestra un análisis riguroso sobre la decepcionante evolución de la productividad en las últimas décadas en nuestro país. El texto indica las razones principales como las instituciones políticas, la educación, la estructura productiva, el tejido empresarial, la inversión en nuevas tecnologías y principalmente el mercado de trabajo.
Sabemos que el mal diseño del mercado de trabajo de nuestro país tiene profundas consecuencias en el resto de las razones enumeradas. El diseño del mercado de trabajo no es el adecuado porque vive de trabajos precarios y salarios bajos, condenando a los trabajadores a una vida laboral pobre y profundamente insatisfactoria. Y, como es obvio, también influye profundamente en otras decisiones familiares, como son la fertilidad, la educación o la salud.
Pero no solo eso. Un mercado de trabajo que genera desafección e insatisfacción provoca un claro desincentivo a la formación. No es casual que España sea uno de los países con mayor tasa de paro de larga duración, lo que supone un coste tremendo para quien se encuentra en esa situación, pero también supone un coste para el resto de la sociedad que no se puede permitir. Lo peor es que ya esos parados han sido “descartado” por un sistema productivo que no los necesita.
El mercado de trabajo que tenemos es el resultado de décadas de decisiones políticas, en su conjunto, nada positivas. Y no hay nada especial en la cultura o el genoma de los españoles que nos imponga ese castigo. No hemos ofendido a los dioses para que nos condenen a esta maldición eterna. Solo debemos tener claro que podemos tener el mercado de trabajo que nos propongamos, aunque para ello se exige altura de miras, modestia, esfuerzo y sacrificio de todos: gobierno, empresa y trabajadores. Pero, ¿estamos dispuestos a ello?