Romper la legalidad. Por: Ángel Luis Jiménez

TCAM/Opinion En los momentos económicos difíciles es cuando los políticos tramposos como Arthur Mas se quieren aprovechar del descontento general para imponer sus ideas nacionalistas y la agenda que las desarrolla. Por eso les dice a los partidos que le apoyan “este es el momento para fortalecer los mitos nacionales y hacer énfasis en el victimismo”. Y olvidan en esa agenda los problemas reales de la sociedad catalana y española. Una sociedad necesita sus mitos colectivos y nacionales. Pero si esos mitos dominan y entorpecen una autentica investigación de la identidad, se llega a una situación en la que el pueblo queda ensimismado y adopta una postura de agravio, pensando que todos los desastres que les ocurren han sido por culpa de otros y no de ellos mismos. Es en ese momento de crispación de la sociedad catalana cuando los políticos tramposos e irresponsables sacan los temas que les benefician, sin importarle lo que ocurra después. El nacionalismo cuando lo domina todo, está demostrado que lo altera todo.Menos de un mes ha tardado el gobierno catalán, salido de las urnas el 25 de noviembre, en subrayar su voluntad de constituir Cataluña como “nuevo Estado” sobre la base de un choque de legitimidades. Esa voluntad solo cuenta con el apoyo o los votos de CIU y ERC, que no alcanzaron la mitad de los votos emitidos en las elecciones catalanas.  Ahora CIU y ERC pretenden que el próximo miércoles 23 de enero, el Parlamento catalán declare al pueblo de Cataluña como “sujeto político y jurídico soberano” frente a la Constitución que proclama “La soberanía nacional reside en el pueblo español”. Lo que plantean no solo rompe con la legalidad constitucional, sino que convierte en papel mojado el derecho a decidir. Porque este proyecto de declaración que se quiere aprobar, ya está decidiendo y la futura consulta solo sería para ratificar la secesión. Parece mentira que haya partidos políticos en la Europa del siglo XXI que se dicen democráticos y responsables, que propongan iniciativas unilaterales de esta naturaleza y la ruptura de siglos de historia y convivencia común con el resto de los españoles.Es posible que la declaración de soberanía unilateral que se debata, y hasta puede que se apruebe el próximo miércoles, se quede solo en un acto político sin efectos jurídicos, pero eso no reducirá el abismo de desconfianza que semejante actitud abrirá entre el conjunto de los españoles. Parece increíble que un gobierno democrático y que se dice responsable, aunque en minoría como el catalán, no se sienta concernido por el Estado de derecho y quiera fabricarse otro a su gusto en un camino a ninguna parte. No hay legitimidad sin respeto a la legalidad. El Gobierno nacionalista de Cataluña también olvida que las sociedades civilizadas se distinguen de las que no lo son por privilegiar la negociación y la búsqueda de consenso frente a los actos de fuerza. Por eso ahora confío solo en el seny de los catalanes, y pienso y creo que las cosas se van a solucionar al final de una manera u otra, porque en este mundo global que vivimos la independencia ya no existe.

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