Pregonando en el desierto. Por Ángel Luis Jiménez

La mejor materia prima de una ciudad es su gente. Por eso son tan necesarios alcaldes a los que les guste la gente y estén dispuestos a escucharla. Pero de esos hay pocos.

En los Ayuntamientos es deseable, como en la política en general, un comportamiento dialogante, educado y respetuoso de los líderes políticos. Los ciudadanos estamos ya cansados de las riñas de gatos a las que nos tienen castigados los partidos y sus líderes.

Todos agradeceríamos menos acritud y más información de sus programas electorales. Estamos deseosos de saber qué acciones positivas y realistas están dispuestos a acometer para mejorar nuestras vidas y la de la ciudad que habitamos.

Estamos cansados del “y tú más”, y de sacar los trapos sucios. Para devolvernos la confianza en los políticos, necesitamos más transparencia, más compromiso, menos egoísmo, más humildad, y contar más con el pueblo para tomar las decisiones importantes.

El adversario político no es el enemigo, sólo es el que piensa distinto o quiere cosas diferentes. Pero da igual tener o no tener razón, los candidatos repiten las consignas recibidas de la dirección de comunicación de su respectiva formación política como si fuera la biblia o un mantra.

Los ciudadanos ya no encuentran en el relato político diario o en las disputas partidistas las respuestas necesarias a sus problemas o preocupaciones: sanidad, educación, viviendas, servicios…Es increíble que no haya un frente común ante la escasez de agua. Son tantos los desafíos.

Pero esta campaña se ha vuelto toxica porque los partidos políticos solo buscan zaherir al adversario e hipnotizar al seguidor y así lo percibimos especialmente en los mítines o mensajes televisados de estas elecciones municipales y autonómicas.

Ya no se habla de la limpieza de la ciudad, del abandono de las barriadas, del IBI, del sello del coche, de la falta de aparcamientos, de los planes de empleo locales, de los lugares de esparcimiento para jóvenes y niños, de equipamientos deportivos y sociales, de ciudades sostenibles, de los perros y sus cacas, etcétera…

Ahora la campaña del PP va de tierra quemada sobre cualquier avance social o laboral impulsado por el Ejecutivo nacional. Sus discursos diarios machacan al sanchismo, y Díaz Ayuso vuelve una y otra vez al manido repertorio sobre ETA para no dar cuenta de una comunidad que camina hacia un futuro que propicia la fortuna de unos pocos y el desamparo de muchos.

Se olvidan que en la vida nos unen más cosas de las que nos separan. Si queremos salir ganando todos, estamos obligados a escucharnos y a dialogar para conseguir cosas que mejoren la vida de la gente, esperando que estas elecciones puedan solucionar muchos de los problemas pendientes de la ciudadanía.

Así que, hay que ir a votar. Votar o no votar no es la cuestión, sino saber que la utilidad del voto es lo que mejora el sistema. Porque no votar es posicionarse junto a los que no les gusta ni quieren la democracia. Y la democracia es el cauce político que tenemos los ciudadanos para nuestra propia realización. Tal vez estoy pregonando en el desierto, pero somos muchos los que pensamos igual. Y debemos manifestarlo por el bien de nuestros municipios y sus gentes, y, en definitiva, del país. Somos lo que hacemos.

Un comentario

  1. Empezó el artículo muy bien diciendo verdades y hablando en general de todos los partidos, e sorprendió viniendo de usted, pero…, como no al final solo habla del PP resulta que es el PP el único malo. Eso le quita toda credibilidad a usted y a su periódico. Es usted uno más del cotarro señor Luis Ángel.

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