La pasión de la ciencia. Por: Ángel Luis Jiménez.

Muchas veces parece que la ciencia no está necesariamente vinculada y dirigida a mejorar la vida de las personas, pero a menudo termina haciéndolo. Un buen ejemplo es el desarrollo en menos de un año de las vacunas contra el terrible virus del COVID-19 por científicos de todo el mundo.  

Antes de que ocurriera esta pandemia del COVID, se tardaban entre 10 y 20 años en desarrollar algo así. Pensemos en lo horrible que hubiera sido tardar más de 10 años en lograr una vacuna contra este virus. ¿Qué hubiera sido de nosotros sin vacuna? ¿Cuántos contagiados, enfermos y muertos más hubiera habido? 

Y si nos fijamos en la historia de las vacunas, vemos que su desarrollo ha estado impulsado por la curiosidad y la pasión, tratando de entender el virus y la respuesta del cuerpo humano. Esa curiosidad, esa pasión hicieron posible desarrollar una vacuna contra el COVID en un tiempo récord.  

Lo mismo ocurre con las consecuencias del cambio climático, aunque pocas personas se lo tomen realmente en serio. Ya sabemos por los científicos que traerá el desplazamiento o la migración de muchas poblaciones por escasez de agua y alimentos, y que puede desestabilizar a las poblaciones humanas, incluso causando guerras por inestabilidad política.  

Kerry Emanuel, catedrático del Departamento de Ciencias de la Tierra del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), que el pasado 21 de septiembre recibió en Bilbao el Premio Fronteras del Conocimiento en Cambio Climático otorgado por la Fundación BBVA, predijo ya en los años ochenta que con el calentamiento del planeta tres grados más, aumentaría considerablemente el poder destructivo de los huracanes. 

Hasta en España se está produciendo mayor paso de ciclones con características tropicales cerca de nuestras costas. Kerry Emanuel dice que un problema potencial son los huracanes mediterráneos o medicanes (nombre creado a partir de las palabras inglesas Medi-terranean y hurri-canes).  

En un artículo publicado con su colega español Romualdo Romero de la Universidad de las Islas Baleares, habla sobre el incremento del número de medicanes, y de su fuerza, en el Mediterráneo occidental, afectando a la costa española y las islas Baleares. Una preocupación más para las personas que viven en la costa mediterránea.  

Ese artículo explica claramente como las grandes tormentas afectan de forma desigual a las personas. Mientras los ricos tienen medios para huir y minimizar riesgos y daños, los muy pobres no pueden hacerlo y a menudo mueren, como vimos en el caso del huracán Katrina (2005). Uno de los más destructivos para los Estados Unidos y que causó el mayor número víctimas mortales de toda la temporada de huracanes en el Atlántico de aquel año.  

La comunidad científica dice que ya no hay ninguna duda sobre la alteración del clima. Las preguntas ahora pasan por conocer cuánto más vamos a seguir alterando el clima y cuánto riesgo supone para nosotros. Quedan muy pocas personas en el mundo que sigan negándolo, porque ya se acabó el tiempo para ello.  

Ahora debemos resolver cómo reducir los riesgos, disminuyendo las emisiones o capturándolas en la atmósfera para almacenarlas en algún lugar. Y cómo adaptarnos a esos riesgos, lo que significa que quizá haya que retirarse de costas peligrosas y desplazarse a otros sitios. En lugar de discutir si existe el problema, el mundo debe ponerse ya a lidiar con sus consecuencias.  

Porque ya tenemos bastante información teórica con los modelos del clima para comprender que nos estamos poniendo en riesgo. Ahora, además, contamos con observaciones de lo que está pasando y estas observaciones son consistentes con los riesgos proyectados. Así que dejemos de jugar ya con el cambio climático. 

 

 

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