No den vueltas a la mesa del banquete, muertos de hambre y sed, pensando en si pueden o deben, en si quieren o no quieren, y así hasta el infinito. Beban y coman de una vez, en lugar de teorizar sobre las excelencias de los manjares.
Omar Ali Shah
Lunes, 10 de noviembre.
Pierdo la cuenta de las cosas que me pasan porque son muchas. Así, desde que era pequeña. Cuenta mi madre que cuando me fui a la universidad y mi hermano pequeño aún estaba en casa, al volver del instituto le preguntaba por lo que había pasado en clase; él, como buen adolescente, solía responderle que “nada” y ella se sorprendía: “Con la cantidad que le pasaban a su hermana…”
Resulta que falló el enlace y no pude escribir el lunes pasado. Y como el anterior tampoco lo hice, se va acumulando la historia, así que decido que esto no es un diario y dejo caer lo que venga. Un mensaje, por ejemplo, de mi amigo Javi “nos vemos menos pero te quiero igual”, y su baño al atardecer en Bolonia, me lo puedo imaginar. Regalos que una atesora. O una ruta, la del Monte Santiago, con el salto del Nervión sin agua, pero con Lucía y Manuel al lado. Ese hayedo en pleno apogeo y el otoño a reventar. Y la ducha al volver a casa antes de cocinar para ellos, y que, hoy, de nuevo se vayan. Aho! por la bendición. ¿Quién dijo que lo de aquí era un valle de lágrimas? Fin del sufrimiento ya. Es un pensamiento del ego. Del ser esencial, la gloria.
Volví del Camino Sagrado, como los iniciados de Eleusis, y experimenté en carne viva la gratitud, el perdón y la alegría, para luego poder hablar de espiritualidad y de ciencia, y abrir una botella de vino, de ese que compré con Chus. Me escuché en meditación. Honré el trabajo hecho. De lo vulnerable a lo más vulnerable fui, y entre nosotros y el sol descubrimos un camino nuevo, ¡gracias mi amor!, que sólo transitaremos juntos. Se acabó la separación. Pude abrazar a mis padres en su regreso de Bizancio. Fui madre para mi hija. Recordé que 20, 50 y 70 sólo pasan una vez y ellas me regalaron un sí. Hay cosas que si no pasan, no pasa nada, pero no te puedes imagina lo que pasa cuando pasan…
Y ahí vamos. Encontrándonos en otro plano, surfeando la verdad. Conquistando la ternura, cantando y bailando la calma, llamándonos al ritual. Vi Cónclave y me encantó. Trae una lección de humildad asociada a la certeza, todo un elogio a la duda, que me atravesó y aquí traigo. Todo es impermanente, todo es experimentable, y el cuerpo, el único canal. Para el padre de la física cuántica “El primer sorbo de ciencia te hará ateo, pero en el fondo del vaso Dios te estará esperando”. Pienso saborear cada gota. Lo único inalterable es mi relación con Él.
«Queridos hermanos en Cristo:
En este momento de incertidumbre en la historia de la Santa Iglesia, debemos primero acordarnos del difunto Santo Padre, cuyo brillante pontificado fue un regalo de Dios y le pedimos a nuestro Señor que nos envíe un nuevo Santo Padre y también rezamos a Dios para que nos conceda su inestimable ayuda y su amorosa guía para tomar la decisión correcta. Pero eso ya lo saben. Déjenme hablarles desde el corazón:
San Pablo decía “sométanse unos a otros por reverencia a Cristo”. Para trabajar juntos, para crecer juntos debemos ser tolerantes: ni una persona, ni una fracción que intente dominar a los otros. Y al hablar dirigirse a los Efesios – que eran claro, una mezcla de judíos y gentiles – Pablo nos recuerda que el regalo de Dios a la iglesia es la variedad. Y es esta variedad, esta diversidad de personas e ideas, la que le fortalece a nuestra iglesia. Y a lo largo de muchos años, al servicio de nuestra madre la iglesia, he de admitir que hay un pecado al que temo más que a cualquier otro: la certeza.
La certeza es la enemiga de la unidad. La certeza es enemiga mortal de la tolerancia. Incluso Cristo tuvo a dudas al final: ‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?’, gritó Jesús en su agonía final, tras nueve horas en la cruz. Nuestra fe es una presencia viva precisamente porque camina de la mano de la duda. Si sólo existiera la certeza, sin dudas, no habría ya misterios. Y no haría falta la fe.
Roguemos para que Dios nos conceda un Papa que dude. Que nos otorgue un Papa que peque, capaz de pedir perdón, y desde ahí seguir adelante».
(Discurso del Cardenal Decano en la película Cónclave, de Edward Berger)