Palabras de AMOR en lunes. Por María Eugenia Manzano

Lunes, 13 de marzo. Me levanto a las siete menos cuarto, hago yoga, bailo y después de lavarme el pelo, desayuno con mi hijo Manuel. A menudo me encantaría acceder a lo que piensa, hoy por ejemplo. Cambiarnos unas horas de cuerpo y habitar un buen rato yo el suyo. Mirar a través de sus ojos, a ver cómo se ve en verde miel lo que yo veo en marrón oscuro, y quedarme así, absorta, en silencio, hasta que me llame mi madre “¡Manuel!” a gritos, porque es que ya van tres veces y no me he enterado ninguna. Y yo seguir ahí, a lo mío (¿qué habrá dentro de esa caja negra?) y en vez de construir una frase medio coherente con lo que ella espera, soltarle tres versos de un rap. “Cuánto tiempo hemos perdido/ Por lo menos la mitad/ Como el agua busca al río/ Como el río busca al mar” (ejemplo I). Y luego volver al Matrix que comparto con mis amigos, donde pasan cosas alucinantes como que nos encontremos una cinta de correr en la basura y la subamos a pulso por si funciona a casa de los padres de J a las once de la noche, que G se deje perilla antes de que le salga barba, o que F, en la última esquiada, pierda un guante, el móvil y casi la cazadora, todo en el mismo día, y que al final lo recupere todo menos el guante.
Dieciséis años. Me fascinan.
De momento, y por desgracia para mí, como no termino de ver cercano ese amago de lobotomía, me conformo con prepararle el bocata del almuerzo y aprovechar el momento de irse para robarle un beso en la puerta.
“Mi amor, le digo, que tengas hoy un buen día”, a lo que él me responde (ejemplo II) “¿No era fifty-fifty, cincuenta y cincuenta?”
Que este lunes sea bueno.
Que tú puedas estar bien.

Kalil Gibran
El Profeta

Y una mujer que sostenía a un bebé contra el pecho dijo «Háblenos de los Hijos».

Y él dijo:

Vuestros hijos no son vuestros hijos.

Son los hijos y las hijas del anhelo de la VIDA por sí misma.

Vienen a través de vosotros pero no son de vosotros,

y aunque están con vosotros ellos no os pertenecen.

Podéis darles vuestro amor pero no vuestros pensamientos.

Porque ellos tienen sus propios pensamientos.

Podéis alojar sus cuerpos pero no sus almas.

Porque sus almas viven en la casa del mañana, la cual vosotros no podéis visitar ni siquiera en vuestros sueños.

Podéis esforzaros por ser como ellos pero no os esforcéis para que ellos sean como vosotros.

Porque la vida no va hacia atrás ni se detiene en el ayer.

Vosotros sois los arcos de los cuales vuestros hijos como flechas vivas son lanzados.

El arquero ve el blanco en el camino del infinito y Él os dobla a vosotros con su fuerza para que las flechas vayan rápido y lejos.

Permitid que la torsión en la mano del Arquero sea para alegría.

Porque igual que Él ama a la flecha que vuela, también ama el arco que es estable.

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