Por María Eugenia Manzano
“Pensé que nunca tendía miedo, pero algo sí. Los órganos en miniatura del ratón: el corazón como un grano de maíz, los intestinos como la pulsera de los amigos para siempre en tercero de BUP. Estas son las consecuencias de ser frágil.” Samuel Solleiro
Un lunes nuevo amanece y yo escribo Palabras de A M O R. Hay lunes que llegan con dudas. Con miedo a veces, con sombras que exponen lo que está detrás y a una la dejan en bragas.
Desnudos ante lo evidente, sólo queda respirar.
Parar, observar, acogernos.
Mirar al miedo a los ojos con la máxima ternura y avanzar dando un paso después. Y con ese temor de la mano y aunque nos tiemblen las piernas, proseguir, decidir, adelante.
No hay valiente sin cobardía ni coraje sin fragilidad.
Y no corras, no tengas prisa, o te perderás los milagros que en cualquier instante de un lunes cualquiera de un mes de julio la vida va a regalarte.
Que tengas hoy un día bueno.
Que estés bien.
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Nadie nos dice nunca que debemos dejar de huir del miedo. Raras veces se nos dice que nos acerquemos más, que sigamos allí, que nos familiaricemos con él. En una ocasión le pregunté al maestro zen Kobun Chino Roshi cómo se relacionaba con el miedo, y me dijo: «Concuerdo con él; concuerdo.» Pero el consejo que solemos recibir es el de edulcorarlo, diluirlo, tomar una píldora o distraernos: cualquier cosa para hacerlo desaparecer.
En realidad, no hace falta que nos animen a hacer este tipo de cosas porque lo que solemos hacer de modo natural es disociarnos del miedo. Ante la menor insinuación de su presencia nos descentramos y nos evadimos. Cuando sentimos que viene, desaparecemos. Y es bueno saber que solemos actuar así, pero no para castigarnos por ello, sino para desarrollar la compasión incondicional. Lo más descorazonador de todo es nuestra forma de engañarnos para evitar el momento presente.
Sin embargo, a veces estamos acorralados: todo se cae en pedazos y desaparece la posibilidad de escapar. En momentos así, las verdades espirituales más profundas parecen muy evidentes y ordinarias. No hay dónde esconderse. Podemos ver este hecho tan bien como cualquiera, incluso mejor que cualquiera. Antes o después entendemos que, aunque no podemos hacer que el miedo tenga una apariencia agradable, él será el que nos introduzca a todas las enseñanzas que hemos leído u oído.
Por eso, la próxima vez que te encuentres con el miedo, considérate afortunado. Aquí es donde el coraje entra en escena. Generalmente, pensamos que la gente valiente no tiene miedo, pero la verdad es que conocen el miedo íntimamente. Al principio de nuestro matrimonio, mi esposo me dijo que yo era una de las personas más valientes que conocía. Cuando le pregunté por qué, me dijo que porque era una cobarde total, pero a pesar de todo seguía adelante y hacía las cosas.
El truco consiste en seguir explorando y no abandonar aun cuando descubramos que algo no es lo que pensábamos, porque eso es lo que nos va a ocurrir una y otra vez. Nada es lo que pensábamos; esto es algo que puedo afirmar con toda confianza. El vacío no es lo que pensábamos, y tampoco lo son la conciencia del presente o el miedo. Tampoco la compasión es lo que pensábamos, ni el amor ni la naturaleza de Buda. Ni el coraje. Éstas no son más que palabras en clave para describir cosas que no conocemos mentalmente, pero que cualquiera de nosotros puede experimentar. Son palabras que señalan lo que verdaderamente es la vida cuando dejamos que las cosas se caigan a pedazos y nos dejamos clavar al momento presente.
Pema Chödrön
Cuando todo se derrumba