Monstruos o depredadores.Por: Ángel Luis Jiménez

Durante 1930, cuando el autoritarismo se cernía sobre Europa tras el estallido económico de 1929, en la cárcel fascista de Turi, Antonio Gramsci dice “El viejo mundo está muriendo. El nuevo tarda en aparecer. En ese claro oscuro nacen los monstruos”. Foto Da Empoli
Hoy, sin duda, asistimos a la génesis brutal de un nuevo mundo que está arrollando toda esperanza de un orden razonablemente pacífico y justo, fundamentado en instituciones y normas compartidas. La convulsión tiene rasgos aterradores y desconcertantes. En medio de esa inquietud y desorientación, ha llegado la hora no de los monstruos, sino de los depredadores, lo dice Giuliano da Empoli, en un ensayo que provoca escalofríos “La hora de los depredadores”.
La certera tesis central del libro subraya la convergencia de intereses entre los patrones de las grandes tecnológicas (los oligarcas de Silicon Valley) y los líderes políticos de instintos autoritarios y nacional populistas, que descreen de la democracia y carecen de ideología como Trump (su única ideología son sus egos y sus negocios). “Estas dos especies de depredadores sacan su poder de la insurrección digital y ninguna de las dos está dispuesta a tolerar que se pongan límites”, escribe Da Empoli.
Da Empoli construye su obra equilibrando con bella mesura distintos instrumentos de los que dispone: una aguda mirada analítica, un acceso de primer nivel al poder, un sólido poso cultural y, también, un bienvenido sentido del humor, que de forma inesperada causa sonrisas, además de escalofríos, en medio de la descripción de un tenebroso mundo borgiano, según su definición. Resulta acertada la levedad de la pincelada que retrata el apocalipsis de este devenir del mundo.
Los partidarios de la democracia, de los derechos humanos, de un mundo fundamentado en instituciones y normas compartidas, observamos atónitos el hundimiento de nuestros proyectos y esperanzas; nos hallamos rezagados, varias pantallas por detrás de los depredadores de Da Empoli, que ya no son insurgentes, sino que ejercen el poder. La demolición de todo vestigio de sueño multilateral avanza al galope. Y todavía no hemos hallado las claves necesarias para responder a ese ataque.
No tengo la agudeza de la mirada de Da Empoli, ni en clave constructiva, ni descriptiva, pero a medida que paso las páginas del ensayo, siento el anhelo de que esa lucidez no solo describa, sino que también proponga vías de acción, de respuesta. Sin duda, el autor despliega el potencial de su inteligencia y de su experiencia en esa clave de construcción en distintos ámbitos de su actividad, como asesor político, o profesor en el Instituto de Estudios Políticos de París. Espero que, en el futuro, tal vez, tengamos un ensayo suyo que ilumine el camino de réplica. Falta hace.
“La ventana de oportunidad que existía hasta ayer para que un sistema de reglas se pusiera en marcha se ha cerrado. La idea misma de un límite a la lógica de la fuerza, de las finanzas y de las criptomonedas, el desbocamiento de la IA y de las tecnologías vinculadas a ella, o al vuelco del orden internacional hacia la jungla, ha salido del ámbito de lo concebible”, escribe Da Empoli, también autor de la novela “El mago del Kremlin”, sobre el poder en Rusia.
Sería ingenuo negar que la jungla avanza desatada, irrumpe en espacios donde se había intentado construir foros civilizados. Es una ingenuidad infantil -y arriesgada- no entender que habrá que pertrecharse para un tiempo dominado por la lógica de la fuerza. ¿Pero debemos resignarnos a que la idea misma de un límite a esa lógica haya salido del ámbito de lo concebible? Ahí está la cuestión espiritual, política y estratégica de nuestro tiempo.
En cualquier caso, si el exceso de elucubración intelectual frena la acción necesaria para incidir en el mundo, la comprensión de la realidad en la que se vive es el paso primigenio de toda respuesta eficaz. “La hora de los depredadores” cumple magníficamente esa función con una textura narrativa cristalina y agradable y con tesis certeras, iluminadoras y profundamente inquietantes. A partir de ahí, como rezan las últimas palabras del ensayo, “la lucha continúa”. Y, como en la época de Gramsci, la disyuntiva está clara: o bien nos unimos frente a los depredadores o los monstruos, o bien ellos nos devoran.