Para estar realmente vivos hay que ser consciente de lo que nos rodea, dice Jane Goodall, de 87 años, en la presentación de su obra: El libro de la esperanza, que es una guía de supervivencia para tiempos difíciles. Goodall siempre suena algo frágil, pero a la vez rotunda. No se cansa de repetir su mensaje: todavía estamos a tiempo de salvar el planeta. No perdamos la esperanza.
Jane Goodall -premio Príncipe de Asturias de Investigación en 2003, Dama del Imperio Británico y fundadora del Instituto Jane Goodall en España- se alinea en estos días, como no puede ser de otra forma, con el ministro Garzón. Y afirma que debemos ir tomando medidas que mejoren las vidas terroríficas, de dolor y miedo de millones de animales.
Cuando se habla de derecho animal, algunas personas entienden o piensan que se pretende dar los mismos derechos a los animales que a los humanos, pero eso es ridículo. Lo importante es no olvidar nuestra responsabilidad humana e intentar dar con una forma adecuada de tratar a los animales.
Goodall, la naturalista más famosa del mundo, y Doug Abrams, coautor de este best seller internacional, unen fuerzas para desvelarnos cómo alrededor del mundo la esperanza es la mejor estrategia para encarar los desafíos a los que nos enfrentamos como especie en un planeta en peligro, y también cómo estar abierto al amor y a la alegría, al respeto y a la compasión, las cosas que construyen a un ser vivo.
Jane Goodall ha pasado más de medio siglo advirtiendo sobre nuestro impacto en el planeta. Desde sus famosos encuentros con chimpancés en los bosques de Gombe, cuando era joven, hasta su incansable campaña por el medio ambiente a finales de los ochenta, Jane se ha convertido en la madrina de una nueva generación de activistas climáticos.
En El libro de la esperanza, Jane Goodall se basa en la sabiduría de toda una vida dedicada a la naturaleza para enseñarnos como encontrar la fuerza frente a la crisis climática y explicar por qué todavía tiene esperanza. Hay que darle a la gente un motivo para la esperanza, porque sin ella, ¿para qué preocuparnos?, dice.
Tenemos que tomar las riendas de alguna forma. Si nos preocupa el medio ambiente, como le pasa a mucha gente, no debemos pensar, en principio, globalmente, sino pensar localmente, protestar por ese cambio en tu barrio, en tu ciudad. Si crees que algo es malo para el medio ambiente, escribe cartas, suscribe manifiestos o apoya a aquellos que están en contra de ese crecimiento desaforado de nuestra Bahía.
En el Campo de Gibraltar, además de las refinerías de petróleo y otras industrias ya existentes, se contabilizan como industrias de transformación de la energía 11 fábricas de producción de biocarburantes y 13 de fabricación de pellets. La provincia de Cádiz se caracteriza por disponer del 40% de la potencia eléctrica instalada de Andalucía, fundamentada principalmente en las tecnologías no renovables. Pero es que ahora también nos han tocado las renovables, en auge y sin planificar por ninguna Administración.
En 2019 Cádiz provincia contabiliza 97 proyectos de huertos solares. Ahora, la campiña de Jerez cuenta con once iniciativas registradas. En el Campo de Gibraltar hay decenas de propuestas, entre ellas, una gran fotovoltaica de Cepsa en San Roque; parques solares en Jimena (un 3% del suelo del municipio, 11% del terreno rústico) desarrollados por cinco empresas diferentes, unas obras cuyas líneas de evacuación comprometen numerosas parcelas en Castellar. También habrá en Puerto Real, San José del Valle, El Puerto, San Martín del Tesorillo y El Puerto-Chiclana (Dehesa del Inglés)
Por ello, si puedes convencer a tus vecinos, te sentirás bien. Con ese boca a boca, poco a poco, sin prisa, pero sin pausa recuperaremos la esperanza. Después empezaremos a ver el problema de manera global, cuando nos demos cuenta de que hay más personas en nuestro entorno, en Andalucía, España y el mundo entero que están haciendo lo mismo que nosotros para conservar y regenerar los recursos naturales, preservar la vida silvestre y reducir la contaminación. Hay esperanza.