La osadía de querer acreditarse como Profesor Titular siendo investigador. Por Javier Peralta

Hace unas semanas me entrevistaron en la Cadena SER con motivo de una charla que iba a impartir para la asociación Julia Traducta del aula universitaria de mayores de la Universidad de Cádiz. Tras documentarse sobre mí y resaltar que había trabajado en dos misiones espaciales, disfrutado una de las becas más prestigiosas que conceden las agencias espaciales, o haber publicado más de 50 artículos merecedores (entre otras cosas) de dos portadas en una prestigiosa revista de geociencias, el periodista no dudó en recurrir a esa pruriginosa pregunta sobre la maldición española que impide a los investigadores estabilizarse laboralmente. En ese momento entraron en ebullición decenas de pensamientos que no verbalicé sobre esa maldición española conjurada por muchos nombres y apellidos que gustan de camuflarse dentro de instituciones de fingido prestigio.  Pensamientos aderezados de tristeza y agotamiento cuyo último capítulo comparto en este artículo.

 

Gobernantes de todos los colores llevan décadas obstaculizando la carrera investigadora (por acción o por omisión) con una amalgama de requisitos astronómicos que nunca se aplicarían a sí mismos. Tras años en el extranjero de trabajo duro y sacrificando años de mi propia vida lejos de familia y amigos, regresé a España y logré salir airoso en una de esas competiciones de atracción de talento investigador que te promete (jamás por escrito) esa utópica estabilidad laboral, sólo en universidades en el caso del año de mi concesión y, por tanto, sujeta a la obtención de la correspondiente acreditación universitaria a obtener a través de la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (en adelante, ANECA) dependiente del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades. Qué decir tiene que, tras comprobar los requisitos para ser profesor titular exigidos por la @Agencia Nacional ANECA en el caso de personas que han desarrollado una carrera científica fuera de las universidades (lo que llaman “Circunstancia Especial”), te invade la desesperación: en el caso de Física, poseer más de 50 artículos, que estos estén en revistas que estén en lo más alto de un ranking que establecen lucrativas multinacionales privadas, y otras curiosidades que no voy a comentar por no extenderme. Mi desgracia personal vino con que para el reglamento de la ANECA no eran suficientes mis 47 artículos tras más de 15 años de duro trabajo: tenía que conseguir publicar 3 artículos más (los que trabajamos en esto sabemos que no es nada fácil) y hacerlo en menos de un año, antes de que perdiese mi condición de Circunstancia Especial. Tras meses muy duros, sin vacaciones ni fines de semana, y muchas noches sin apenas dormir, logré llegar a los 50 artículos y cumplir todos los requisitos de la normativa, por lo que envié mi solicitud para ser acreditado sin más demora en febrero de 2023.

El verdadero rostro de quienes forman parte de algunas comisiones de la ANECA empezó a revelarse en junio del mismo año, cuando la comisión A2 de Física de entonces me sorprendió al solicitar que aclarase otro requisito que pensé que cumplía con creces: en qué 10 artículos había tenido una contribución destacada. Dado que el reglamento de la comisión A2 de Física incluye un supuesto por el que la persona candidata puede presentar “indicadores que demuestren de forma inequívoca el papel como contribuidor destacado”, preparé un envié un dossier de más de 80 páginas justificando que era el autor líder y de correspondencia de 14 artículos, que muchos de estos estuvieron financiados por mis proyectos de investigación, que algunos de estos artículos incluyen una sección de contribuciones donde se resalta de manera oficial mi papel, en incluso justifiqué con detalle cuál había sido mi contribución en cada artículo, certificando muchos con cartas de mis propios colaboradores para certificar mi contribución destacada en mis propios trabajos. En septiembre, la comisión A2 ignoró las pruebas aportadas en este dossier y me denegó la acreditación al no haber acreditado mi contribución destacada en al menos 10 artículos. Tras una fase de alegaciones, la misma comisión volvió a fallar en contra, no sólo insinuando que mis colaboradores (algunos de ellos figuras muy destacadas a nivel mundial en ciencias planetarias) podrían haber falseado sus declaraciones por relación de cercanía, sino además cometiendo serias irregularidades administrativas, entre ellas admitir por escrito que se negaron a aplicar en mi caso supuestos de la normativa (que curiosamente me beneficiaban), inventarse normativa que no viene en el reglamento oficial (curiosamente para usarla en mi contra), dejarme en una situación de indefensión jurídica al ignorar mis peticiones de las actas de evaluación y otros documentos necesarios para poder elaborar adecuadamente las alegaciones, y la guinda del pastel: rebajar mi calificación en Investigación al mínimo posible tras la fase de alegaciones (un reformatio in peius en toda regla).

Por suerte para los candidatos, existe un órgano ajeno a la ANECA que puede corregir este tipo de abusos: el Consejo de Universidades. En enero de 2024, envié una reclamación de 14 páginas ante este consejo, reclamación excelentemente argumentada gracias a la ayuda legal que necesité contratar (imagino la desesperación de los que no puedan permitirse pagar una ayuda legal). Reclamación acompañada de 11 documentos, entre ellos una carta de la presidencia de la Sociedad Española de Astronomía certificando la importancia que tienen el ser autor principal para certificar una contribución destacada, así como centenares de correos electrónicos de mi correspondencia privada desde el año 2010 que tuve que encontrar y clasificar (¡adiós a mis días de descanso navideño!) para aportar nuevas pruebas de que había tenido una contribución destacada en los artículos que lidero. Es el precio a pagar por no certificar ante notario mis contribuciones destacadas en artículos científicos. ¿Y pensáis que el Consejo de Universidades ha tenido en cuenta todo este enorme trabajo y va a enmendar totalmente la decisión de la comisión A2 de Física de la ANECA? No sé si hace falta que dé pistas para imaginar cuál ha sido el desenlace.

Siendo sincero, ya ni deseo acreditarme como Profesor Titular. Nadie podrá decir que no haya luchado ni lo merezca, al menos no por parte de personas que tengan un mínimo de humanidad en su interior. Los hechos aquí son que miembros de una comisión de una agencia de evaluación han cometido irregularidades administrativas, actuado de forma opaca y retorcido la normativa (no sé si maliciosamente, que cada uno lo interprete como quiera) para negar la acreditación a una persona que ha hecho carrera en instituciones de investigación a pesar de que su propia normativa lo permite. Hablo por mí, pero conozco más casos y no solamente por parte de la comisión de Física. También sé que nadie en esa comisión ha renunciado a su puesto a raíz de estos hechos (algo que yo hubiera hecho si no estuviese de acuerdo con estas prácticas). Y si bien puedo decir que he recibido bienintencionadas advertencias por parte de compañeros en contra de hacer públicos estos hechos, quisiera desvelarlos para que los más jóvenes sepáis de estas prácticas, y para que los que los que habéis sufrido algo parecido no os sintáis solos.

2 respuestas

  1. Pues la verdad es que lamento mucho el calvario que ha sufrido esta persona por parte de lo de siempre en temas tanto de investigación como de cultura en general; las zancadillas de mediocres y envidiosos de turno de los que por desgracia abundan en demasía en la Administración y que contribuyen y han contribuido tantísimo en el retraso secular a todos los niveles en nuestro país. ( Sic pecata Hispaniorum)

  2. Es lo de siempre y en España, al margen de los políticos, ha existido, existe y existirá una especie de “alto estamento privilegiado” que se dedica a impedir que los intelectuales, científicos y técnicos verdaderamente preparados, avanzados y válidos vean imposibilitadas sus aspiraciones para desarrollar sus conocimientos en beneficio del resto de la sociedad.
    Lo mejor, aunque muy triste, es irse a otros países en los que con toda seguridad van a reconocer esa valía.

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