IAM/Redacción Conocí a José Luis siendo un joven, muy joven, cuando vino a Algeciras invitado por la Agrupación de Cultura y Arte de Algeciras (ACA) en los años sesenta con la obra “Oratorio” de Alfonso Jiménez, montada por Juan Bernabé y José Luis con el Teatro Estudio Lebrijano (TEL), del que ambos fueron cofundadores.
Esta obra tuvo muchos problemas de censura, como todo el teatro independiente de esa época. Todos estos grupos sorprendían a los espectadores por su compromiso social, la dignidad de sus actuaciones y su singular lenguaje teatral hablando de los jornaleros y el sufrimiento del pueblo andaluz. Y allí estaba ya José Luis como hombre solidario y comprometido con las causas justas.No obstante, la vida es otras muchas cosas, y todas ella las vivió José Luis con su familia, amigos, trabajo y compromiso. Y con sus alumnos a los que amó profundamente porque decía de ellos que aprendía más que les enseñaba.José Luis era un hombre serio con mucho sentido del humor y mucha ironía, hombre de silencios compartidos, culto y nada vanidoso de su saber de actor, dramaturgo y director teatral.Jamás presumió de nada, quizás porque solo se presume de lo que no es evidente. Tenía elegancia personal, pero de eso no hablo porque son cosas del alma.
En los últimos tiempos había recuperado la ilusión por y para la política, del compromiso nunca dimitió. Los grandes se van, siempre para quedarse. Pero será muy difícil continuar sin él en este naufragio que estamos viviendo. Nos costará un mundo, pero hay que seguir luchando. Sin lucha no hay victoria. Honraremos su memoria. Transmitamos su ejemplo. Les seguiremos amando. Y le echaremos de menos. Pero hay que seguir porque no queda más remedio, aunque sea más triste, más fuerte y más dura la lucha sin él.
Ángel Luis Jiménez Rodríguez