Más allá de algún que otro estudio, tipo Informe Pisa, poco más se predica en materia Educativa. Y más allá de si el alumnado obtiene mejores o peores puntuaciones, en las pruebas estándares internacionales, poco se avanza. Hace tiempo las ancestrales divinidades académicas abandonaron los sueños de los mortales. La antaño vinculación de Estudio y Trabajo ha quebrado para miles de millones de seres humanos. Se tiene la certeza de que ya está aquí un nuevo amanecer, pero aún los velos atávicos impiden verlo claramente. Sólo analizando lo qué está ocurriendo en este presente, cada vez más efímero consecuentemente con la alocada carrera de los conocimientos por las autopistas de las siempre nuevas tecnologías, neurociencias y mundos cuánticos, se podrá ofrecer una Educación a quienes deben afrontar los problemas reales del presente.
La Unesco ha ido publicando diversos informes sobre la Educación, desde Aprender a SER, coordinado por Edgar Faure, o La Educación Encierra un Tesoro de Jaques Delors, hasta el más reciente publicado el 23 de junio de 2020 mostrando la magnitud de la exclusión en la educación agravada por el Covid-19. Frente a esta perspectiva, de rápidos cambios globales, en España se han referido a un Pacto por la Educación. Sólo el uso de la palabra Pacto indica que la confrontación en los añejos problemas no quedará resuelta. Desde que lo propusiera el Sr Gabilondo, ministro de Educación del PSOE entre abril de 2009 y diciembre de 2011, han pasado 10 años y del Pacto nada de nada. Mientras tanto ¿qué inmenso salto tecnológico e ideológico se ha producido a escala planetaria?
Galgos o Podencos los conejos iriartianos siguen perdiendo los instantes precisos para ponerse a salvo de una muerte segura. Lo real hace tiempo dejó obsoleto los Sistemas Educativos decimonónicos y sin embargo se insiste en Reformarlos. Dejar que sigan funcionando las antiguas estructuras académicas en una sociedad que ya no es lo que era y que no será dentro de poco ni siquiera reflejo de lo que es hoy, es una desastrosa decisión provocada por la desidia política. En España la flamante ley de Educación Celaá, ya está recurrida ante el constitucional por Vox y PP, gracias la Constitución de 1978 que simplemente recogió las contradicciones que en una sociedad pre democrático generaban los privilegios que desde siglos gozara las poderosas élites económicas y la Iglesia Católica. ¡Los graves problemas constitucionales! se centran, en la ordenación del aprendizaje de la lengua Castellana, la libertad de enseñanza o en el encaje de las religiones en el currículum. Ninguna de estas cuestiones tiene nada que ver con el ajuste de la formación de personas ante la revolución tecnológica, la globalización y multiculturalidad sostenida por las redes de comunicación, el cambio climático, la robotización, la evaporación de los Estados por la privatización de todo lo público. ¿Cómo afrontar la realidad de los funestos anuncios de la insostenibilidad de los ecosistemas naturales, del empleo, pensiones o salud? ¿Cómo extender a todas las personas los ideales de paz, de libertad y de justicia social?
España se merece, más aún requiere, la regulación de un Sistema Educativo adaptado a estos tiempos para orientar un futuro-presente Ya, en este instante, la instrucción, y se recalca instrucción, de millones de seres humanos no es considerada necesaria para una economía capitalista tecnológicamente robotizada. ¿Por qué entonces se tiene tanto interés en mantenerlo? Parece que la economía de libre mercado otorga al Sistema Educativo un papel fundamentalmente ideológico para legitimar las desigualdades sociales, económicas y políticas, para de esta forma consolidar la estructura de poder aristocrática que generan las titulaciones de prestigio. Más aun la reducción el peso de las ciencias sociales y la filosofía en el curriculum conlleva la anulación de la capacidad de libre pensamiento en cada persona. Sólo por esta legitimación ideológica los poderes fácticos utilizan al Estado para mantenerlo tal cual. Si además complementa la instrucción de las escasas élites intelectuales imprescindibles para que las grandes empresas sigan obteniendo beneficios, mejor que mejor.
No basta con informar sobre lo que acontece, aunque sería más que deseable. Es indispensable poder analizarlo críticamente y ello requiere de capacidad filosófica y conocimiento del devenir de la humanidad. Por ello pretender insistir en diseñar una Educación de grados, con titulaciones meritocráticas que no generan derechos a quienes las obtienen para acceder a un trabajo digno, es una falacia, un despropósito, un lastre para el desarrollo de esta nueva sociedad que se rige por parámetros muy distintos a lo conocido hace sólo unas décadas. Una Educación para hoy requiere visualizar como será en 10 o 20 años esta España de mañana-hoy. No parece que quienes se dedican a la política lo tengan claro y cuanto más se tarde en ello mayor desfase entre la realidad y la ficción educativa se producirá.
Fdo Rafael Fenoy