“El hombre unidimensional’ cumple 60 años y no piensa jubilarse. La obra que convirtió a Herbert Marcuse en un referente de crítica al consumismo, el conformismo político y los nuevos fascismos sigue vigente más de medio siglo después de su publicación.
En este popular libro se evidencia que vivimos lo suficientemente bien como para no pensar en cambiar el sistema. El filósofo alemán buscaba en el arte y en la política rincones de conciencia crítica no sepultados por el capitalismo. Pero las ideas de Marcuse quedaron eclipsadas durante muchos años por la nueva generación de teóricos críticos con Jurgen Habermas a la cabeza, o por el liberalismo y el posmodernismo.
Ya en 1999 el filósofo Christian Delacampagne, en su Historia de la filosofía en el siglo XX, preveía que, en un mundo aún más unidimensional, las críticas de Marcuse podrían volver a convertirse en muy actuales: “La tecnocracia capitalista no ha evolucionado en lo fundamental. Continúa siendo igual de autoritaria, igual de impotente para asegurar la felicidad de la mayor parte de la humanidad. Aquí o allá, sus crisis favorecen el retorno del fascismo, incluso de ciertas formas -apenas disimuladas- de un nacionalsocialismo”.
De hecho, el análisis de Marcuse es útil para entender el ascenso de los populismos actuales. El filósofo anticipó en un ensayo de los años setenta, “El destino histórico de la democracia burguesa”, el resurgimiento de estos movimientos de extrema derecha, que no dudaba en llamar neofascistas. Los consideraba una amenaza para la democracia por sus ideas totalitaristas y por su alianza con los grandes poderes económicos, como ya pasó con el nazismo.
En la actualidad, hay ejemplos muy claros como el del candidato republicano a la vicepresidencia de Estados Unidos, J. D. Vance. En su carrera política se ha presentado como un protector de las clases populares, pero depende del poder de “élites conservadoras poderosas” como el millonario de extrema derecha Peter Thiel. O la de Elon Musk, dueño de X, aplicación antes conocida como Twitter, con su apoyo a Trump. Las sociedades modernas capitalistas “reproducen las condiciones políticas y sociales que llevan al fascismo. Así que el fascismo no es una casualidad”.
Tampoco es casualidad el crecimiento ilimitado de la riqueza actual, que como fin de la sociedad me parece absurdo, porque entonces no es el ser humano quien decide para que utiliza la riqueza, sino la riqueza la que utiliza al ser humano para crecer. Aristóteles lo veía ridículo y en su tiempo pensaba que no sucedería nunca. Pero eso es el capitalismo: los humanos no decidimos lo que queremos hacer con nuestras vidas, nuestras ciudades, nuestras calles, los recursos naturales…Todo eso lo decide el capitalismo. No dudarlo.
Por eso, de nuevo Marcuse nos ofrece claves para entender y analizar nuestra cultura, nuestra economía y nuestra política, aunque no estemos de acuerdo con él. Y, sobre todo, nos ayuda a buscar espacios de resistencia y de crítica, con el objetivo de alcanzar una vida más plena y más justa. Es decir, con más de una dimensión.