La almadraba del Estrecho. Por Ángel Luis Jiménez

La pasada semana comenzaron los trabajos de calamento para la primera fase de la temporada de almadrabas en el Estrecho. “El calamento, denominado también calazón, son los trabajos de tierra y mar que formarán el entramado de redes con el que se captura el atún rojo salvaje de almadraba”, dice Juan José Tellez en un magnífico artículo sobre el tema. 

Primero fue la almadraba de Tarifa, después la de Zahara y ahora la de Conil las que comenzaron estos trabajos de calamento, así que todas las que integran la Organización de Productores Pesqueros de Almadrabas (OPP51), se encuentran ya en plena actividad para espolear la vida socioeconómica en el Estrecho de Gibraltar.  

La almadraba, en síntesis, es un arte milenario de pesca del atún. Consiste en poner una serie de redes sujetas en los barcos a modo de laberinto con el objeto de capturar los atunes que se dirigen al Estrecho para desovar en el Mediterráneo. Una vez los atunes están en las redes del copo se procede a la “levantá”, que consiste en sacar los atunes más grandes del agua con ayuda de ganchos y arpones.  

Aunque no hay constancia de cómo se pescaba el atún en la época fenicia, 3.000 años atrás, existen monedas y sellos acuñadas con el túnido rojo. Los romanos ampliaron su fama a todo el Mediterráneo, pero la primera concesión oficial para la captura del atún, data del siglo XII cuando el duque de Medina Sidonia recibió del rey la gracia de gestionar las almadrabas del sur Atlántico y Mediterráneo. Esta casa nobiliaria fue su propietaria hasta finales del siglo XVIII.  

Entre los años 1928 y 1970 opera el Consorcio Nacional Almadrabero, resultado de la unión de empresas almadraberas andaluzas, que construyó y gestionó poblados almadraberos en Sancti Petri, Tarifa y La Atunara, en La Línea, entre otros. En estos poblados, ya desaparecidos, vivía la población que trabajaba tanto en faenas de pesca como en actividades anexas, fundamentalmente en las fábricas de salazón y conservas de atún.  

A finales del siglo XX, la irrupción de las factorías flotantes japonesas puso en peligro la especie, por su alto número de capturas, debido a unas prácticas pesqueras no sostenibles. Menos mal, que ahora se encuentran reguladas por la administración. La última temporada se capturaron 1.500 toneladas por valor de 18 millones de euros solo en venta directa, y generaron más de 2.000 empleos directos e indirectos en las pesquerías que subsisten en la provincia. 

Tras la fase de pesca, que se da entre finales de abril y principios de junio, llega la última etapa de la temporada, denominada la leva, donde se recoge todo el material que ha facilitado la captura del atún de almadraba en la provincia de Cádiz. La Organización de Productores distribuye estos productos en exclusiva a través de la firma comercial Gadira de Barbate. Esta ciudad se ha vuelto con el tiempo en un templo de la gastronomía del preciado atún. 

La OPP51 nació en el año 2000 con el propósito de garantizar el ejercicio racional y sostenible del atún rojo (Thunnus thynnus), a través del arte de la Almadraba. Agrupa a las empresas almadraberas de Zahara de los Atunes, Conil y Tarifa, actuando como interlocutora entre las distintas administraciones y el sector pesquero, y velando porque se cumplan las leyes vigentes de conservación y explotación sostenible. 

A día de hoy, la Almadraba sigue siendo un arte de pesca fijo, selectivo y artesanal. Un ingenio del ser humano que, año tras año, trata de engañar al gran océano. Pero, tras más de tres mil años de historia, sigue dependiendo de los caprichos y avatares para garantizar su éxito y continuidad, porque de las mareas, los vientos y la luna depende y seguirá dependiendo este arte ancestral de la Almadraba, como huella genética de las gentes de esta zona de Andalucía.  

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