Chicago, años veinte. Por Poison Ivy.

Con su Dixieland clásico, sin piano ni batería (ni falta que les hace), hicieron las delicias de damas con largos collares de perlas y caballeros de smoking. En el aparcamiento, varios Rolls Royce eran custodiados por conductores con cara de pocos amigos. Al Capone daba instrucciones a su hombre de confianza en un reservado, Bonnie and Clide reían celebrando su último golpe, el alcohol fluía a raudales y Elliot Ness se mojaba bajo la lluvia soñando con un mandamiento de entrada y registro. Una joven aspirante a actriz buscaba marido entre un puñado de hombres que pretendían cualquier cosa de ella menos matrimonio y varios apuestos caballeros ofrecían la llama de sus encendedores cada vez que la Señorita Lopes, una despampanante mujer de negocios sudamericana, sujetaba un cigarrillo entre sus labios. Humprey Bogart daba tragos cortos a su whisky on the rocks clavándome su mirada seductora.Esta veterana banda formada por experimentados músicos europeos afincados en la Costa del Sol interpretó un repertorio de clásicos del Jazz, casi todos anteriores a la segunda mitad de los años treinta, con cuatro vientos, un banjo y muchas ganas de divertirse. Clarinetista y trompeta se turnaron para cantar con diferentes timbres de voz que supieron combinar en acertadas armonías. Obtuvieron de sus metales, sus cuerdas y sus voces el sonido de antiguos singles de vinilo en un Jazz que flirteó con el Blues e incluso con el Tango. Supieron además, hacernos reír entre tema y tema y hacer partícipe al público, que contribuyó aplaudiendo, jaleando y haciendo los coros al “Whith no pants on”.Era obvio que a la banda le gustaba sentirse cerca de su público, con sus instrumentos en ristre, se marcaron un paseillo entre el respetable ofreciendo sus notas por las mesas y entre la gente que bailaba su son. Debía ser el cumpleaños de algún capo importante porque la Jump Band le tenía preparada una sorpresa, el genial Louis Armstrong llegó en avión directamente desde New Orleans para cantar un tema a duo con ellos. Fue su versátil trompetista, Mitch Jansen, el encargado de interpretar el papel del mítico Louis. Ni en el descanso pararon del todo ya que Mike Izzat, su hiperativo banjo player se marcó un acompañamiento de armónica sobre el blues enlatado que daba ambiente durante el intermedio. Genial el bis de despedida, un divertido “When the saints go marchin´ in” con el que supieron marcharse dejándonos en la boca un agradable saborcillo a años veinte y a licores clandestinos.

Poison Ivy

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