El Puerto que se aleja, Algeciras debate entre, nostalgia, indignación y conformismo

“Prohibido entrar, prohibido pescar.” Con estas palabras comenzaba el artículo de Alberto López que ha encendido un debate profundo en Algeciras. Y es que la reciente decisión de la Autoridad Portuaria de cerrar el acceso nocturno al Puerto a quienes no tengan billete en mano ha tocado una fibra sensible: la relación emocional de toda una ciudad con su puerto.

Para algunos, la medida era necesaria. Trabajadores de la terminal denuncian inseguridad, insultos e incluso agresiones. “De 11 de la noche a 6 de la mañana no se puede pasar, y me parece bien. Para los que trabajamos de noche es un peligro”, escribía Inmaculada Mejías en redes sociales. Otros vecinos como Álvaro Bueno coinciden: “Un ciudadano sin billete no hace nada en la estación a esas horas. También deberían controlar a quienes paran coches para vender billetes fuera”.

Pero la otra mitad de Algeciras late con rabia y tristeza. “El puerto es del pueblo”, exclama Clara Intuición. “Es algo que ya no nos pertenece… nos lo quitaron delante de nuestros ojos”, lamenta Luz María Cañas, recordando aquellos tiempos en que las familias paseaban por los muelles o los pescadores tejían sus redes a la orilla.

La herida no es nueva. La prohibición de pescar en los muelles aún escuece. Muchos evocan las tardes de cañas y charla como un recuerdo robado. Hoy, cada nueva restricción se percibe como un paso más hacia la pérdida de un pedazo de ciudad. “El Puerto dejó de ser de Algeciras y de los algecireños hace mucho”, afirma María Dolores Rodríguez Aguado.

La indignación se mezcla con la desconfianza hacia los responsables. “Ni el gerente del puerto ni el alcalde son de Algeciras. Les da igual el sentir del pueblo. Solo saben prohibir”, denuncia Daniel Palma. Otros hablan de “monopolio familiar”, de decisiones tomadas de espaldas a la ciudadanía.

Y en medio de todo, la nostalgia: “Antes, pasear por el puerto era tan natural como ir al parque María Cristina. Hoy tenemos una ciudad sin mar”, resume José Mari Bianchi.

El debate no es solo sobre seguridad ni sobre indigencia. Es sobre pertenencia. El puerto no es un simple espacio de tránsito: es el corazón de la ciudad, el espejo de su historia y el lugar donde generaciones forjaron recuerdos. Cada valla, cada prohibido, cada “solo con billete” suena en Algeciras como un portazo en su propia casa.

Quizás por eso la frase que más se repite entre comentarios y tertulias es sencilla y contundente: “El puerto es del pueblo.”

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