Así lo ha afirmado en una conversación con el exministro británico y ex comisario europeo Peter Mandelson, organizada por Global Council. En ella, ha afirmado que si Reino Unido finalmente se aparta del acuerdo de salida que firmó con la UE “se arriesga a dañar la confianza”, porque el tratado “es el resultado de un ejercicio de confianza entre Reino Unido y la UE”.
Y la “confianza”, ha añadido, es un “activo importante en las relaciones internacionales”, sobre todo para un país de la talla que tendrá Reino Unido en el “nuevo mundo”. “Espero que la Administración británica entienda esto y podamos cerrar este capítulo”, ha añadido.
Para la ministra española, el Brexit tiene un “pecado original”, y es que parte de “un malentendido”, que “lo que importa hoy es la independencia”, cuando, a su juicio, lo que de verdad importa es “la gestión de la interdependencia”.
González Laya ha trasladado una idea similar en otra videoconferencia, esta vez con el Ministerio de Asuntos Exteriores de Rumanía, que organizaba su conferencia anual. En ella ha defendido que España apuesta por el multilateralismo en las relaciones internacionales no porque sea “naíf” sino porque para un país mediano la mejor manera de gestionar la interdependencia es con un sistema multilateral, no con la “ley de la jungla”.
En esta intervención se ha referido también a la situación de Bielorrusia, subrayando que España no tiene “una ambición geopolítica” de sumar al país a la UE o a la OTAN, sino que lo que quiere es apoyar a quienes defienden determinados valores.
“Un proceso electoral fallido y, más importante, la agresión y represión contra civiles que han sufrido formas increíbles de violencia no lo toleramos en Europa”, ha dicho.
Su colega rumano, Bogdan Aurescu, ha insistido, por su parte en que la UE tiene que “seguir presionando” al Gobierno de Aleksander Lukashenko “para que haya diálogo con la oposción y no represión”.
González Laya ha hablado de los desafíos inmediatos de la UE –ha mencionado el Sahel como uno de los principales peligros geopolíticos– y también de la necesidad de una autonomía estratégica europea como concepto de largo plazo.
Autonomía, ha dicho, no concebida como autarquía o como un continente que se encierre “detrás de altos muros”, sino para tener algo que decir en las nuevas normas mundiales, “algo que requiere más músculo, mientras Europa sufre cierta fragmentación”.
Así, se trataría de reforzar la autonomía en materia de defensa –con el vínculo con la OTAN– pero también de comercio, economía e industria, con “campeones industriales europeos”, no solo alemanes o franceses, que tengan capacidad de invertir y desarrollar nuevas tecnologías –desde el 5G a la economía del hidrógeno–.
A su juicio, precisamente la primera gran prueba de esta capacidad será precisamente la inversión europea en vacunas contra el Covid-19, y no solo los mecanismos para su compra, sino para su producción y distribución dentro y fuera de la UE.