Las previsiones económicas apuntan a otro año de crecimiento global, aunque con un ritmo más lento que en 2021. Ahora los dos principales riesgos son los efectos de la ómicron sobre la actividad económica y la presión inflacionista que, lejos de remitir, amenaza con quedarse entre nosotros más tiempo del esperado.
Así que, cuando escucho o leo en determinados medios que la economía va mal, no lo entiendo, porque, además, la gente en las encuestas se muestra bastante optimista respecto a sus finanzas personales. La explicación está en la manipulación política. Es la inflación utilizada por el partidismo extremo la que valora negativamente nuestra economía a pesar del crecimiento y la creación de puestos de trabajo.
España según los expertos debería ser uno de los países que lidere el crecimiento en la Unión Europea, aunque las previsiones sigan a la baja. El último recorte viene del FMI, que ahora sitúa nuestra economía en el 5,8% para 2022, cuando en el otoño del pasado año pronosticaba un 6,4% de crecimiento.
Por eso, esas malas valoraciones de la economía para este año, reflejan sobre todo dos cosas. La primera es un fenómeno duradero: la gente reacciona más negativamente a la inflación de lo que dicen los manuales de economía, porque a la gente le molesta la inflación. La subida de los precios transmite la sensación de que las cosas están fuera de control.
La segunda es motivada por un partidismo extremo como el de Vox y, ahora, el PP, alimentado por los medios de comunicación de derechas que lo quieren determinar todo. También es por la desalentadora persistencia del COVID que aún permanece entre nosotros, sembrando mucha incertidumbre y frenando el crecimiento.
Si a eso se añade que el año 2022 pondrá también a prueba al nuevo Gobierno alemán de coalición, liderado por el socialdemócrata Olaf Scholz, ante las presiones de los halcones partidarios de reducir cuanto antes los estímulos fiscales y monetarios, y que en Francia se celebran ya elecciones presidenciales de incierto resultado, es para estar preocupado.
Porque el Banco Central Europeo quiere que soplemos y sorbamos a la vez. O sea, buscar un camino entre dos fuerzas opuestas, como son anclar la inflación y contener el riesgo en países endeudados como el nuestro. Así que, el BCE no tendrá más remedio que aceptar una inflación más elevada durante un tiempo prolongado, algo que, bien gestionado, también tiene sus ventajas.
En España el Gobierno de coalición de Pedro Sánchez va a necesitar mucho más que una economía en alza, los fondos europeos y el rebote del sector turístico para superar las elecciones que se nos vienen encima, porque más que elecciones son plebiscitos sobre Pedro Sánchez, el enemigo a batir por el PP si quiere llegar a la Moncloa.
Por eso este Gobierno de PSOE y Podemos tendrá que conseguir que los votantes receptivos perciban las mejoras previstas, y que un número suficiente acuda a las urnas para compensar la considerable minoría decidida a no creer en las buenas noticias del Gobierno. Así que la reforma laboral, el salario mínimo y la creación de empleo, seguirán siendo algo a tener muy en cuenta a la hora de votar.