Y no sería nimia este briega si se tratara de actuar gestionando soluciones radicales que nos preparen como comunidad de seres humanos para superar los grandes y graves asuntos que ya nos aquejan, tanto personal como colectivamente. Pero visto el panorama lo más seguro es que ¡va a ser que no!
Algunas de estas emergencias están relacionadas con el cambio climático. ¡SI! Ese que Trump dice que no existe en su canal oficial de Twitter. El verano que nos queda que pasar parece que será de coco y huevo y a lo más que llegan los políticos es aconsejarnos ponernos a la sombra. Los problemas hídricos que ya padece el mundo, pero España en particular, son de una dimensión que escapa a las actuales gestiones del agua. Pregunta: ¿Si se ve venir por qué no se remedia? Tocar el agua es meter el dedo en la planificación agrícola y en este asunto las grandes fortunas terratenientes siempre han tenido mucho que decir. La suma de egoísmos, una vez más, es la esencia del libre mercado. Pero ante emergencias que acabarán generando la sed de las personas y que pone en riesgos otros sectores estratégicos de la economía, bien parece que se tomen en serio las restricciones de usos y racionalización de los consumos de agua, no sólo en la agricultura. El aumento de calor conlleva aumento de consumos energéticos para climatización de edificios y hogares. Un empuje antimonopolístico a las renovables para que se democratice el acceso a una energía limpia y barata sería muy necesario y de agradecer en situaciones de emergencia como la que se vive.
Y sin dejar de manejar lo anterior, las políticas demográficas deberían dar respuesta a la crisis que ya se padece, porque la vida es corta y mucho afán, mucho afán, ¿para quién?, si cada vez menos gentes vienen detrás nuestra. Además de ir de la mano este asunto con el del sostenimiento del sistema de pensiones o de salud.
En fin, que emergencias de verdad, las que Vd. vea, ¡que hay notables! Y sin embargo el principal problema, el grave problema de los políticos, y que lleva entreteniéndonos mediáticamente meses, son los pactos, no para arreglar estos graves asuntos, sino para ver quienes se hacen con tal o cual vara de mando, o sillón, donde no las haya.
El fabulista español Tomas de Iriarte, nacido en 1750 y fallecido con 41 años, refleja claramente la estupidez de algunas personas que ante emergencias se entretienen discutiendo, como aquellos dos conejos, sobre si en la lejanía los perros que se acercan eran galgos o podencos. Termina su fábula; En esta disputa llegando los perros, pillan descuidados a mis dos conejos. Los que por cuestiones de poco momento dejan lo que importa, llévense este ejemplo.