Se trata de una instantánea de extraordinaria belleza y valor documental, no sólo por la fisonomía urbanística de la plaza, sino también por la estampa que ofrece de las gentes y costumbres de la ciudad.
La imagen está tomada desde una perspectiva poco habitual en las fotos antiguas de la plaza Alta. En la margen izquierda de la fotografía, tal y como señala Rafael Fernández en sus comentarios, ya se observa la presencia del café y restaurant La Plata, que abrió sus puertas en 1905, y del que se puede ver su marquesina, que atravesaba la calle, así como un trozo de la botella de vino que tenía en la esquina de su anuncio.
En esa misma esquina de la imagen, Rafael Fernández continúa observando la presencia en el segundo o tercer balcón de uno de los típicos cartabones del siglo XVIII, que sostenían un tejadillo sobre el balcón, los cuales ya no se encuentran en la postal de Barreiro de 1912, de lo que se desprende que la instantánea es un momento de la vida de la plaza Alta entre los años 1905 y 1912.
Se observa también, tal y como destaca Moisés Guerrero en sus comentarios, la presencia de las cadenas que unían los postes en los límites de la plaza, un elemento que desapareció de la estampa de la plaza Alta en 1918.
El nivel de detalle y la calidad de la imagen es asombrosa. Ampliándola pueden observarse pequeños momentos congelados de la vida de aquellos entonces en la ciudad, como un niño jugando con un naranjo, un grupo de hombres hablando entre caballos y burros, lo que parece un aguador junto a ellos y un perro, un sacerdote de sotana larga caminando en solitario en el centro de la plaza, oficiales en la acera más próxima a la iglesia o unos señores en la esquina inferior con sombreros que parecen ingleses, lo que Rafael Fernández considera que pueda ser los prolegómenos a una excursión, quizás, durante la Conferencia de Algeciras de 1906.
Llama también la atención el buen estado del acerado y el empedrado, así como el ambiente que se respiraba ese día en la plaza, con grupos de distendida conversación paseando o sentados en los bancos.
Los árboles más grandes, según anotaciones de Pablo Pichaco, son acacias de tres espinas (Gleditsia triacanthos) de una belleza sobresaliente.