El grupo destiló en la noche jerezana su música culta e intimista, atravesando los sones tradicionales de la historia de la música hebrea, contando en esta ocasión con el acompañamiento a la guitarra de Salvador Andrades.
Alan Parsons mostró desde el principio un gran interés por la actuación, deleitándose con la belleza y el intimismo de Liona y su grupo.