Son innumerables en estos días los ejemplos de personas y colectivos que, en menor o mayor medida, están aportando lo que pueden para plantar cara a este terrible escenario y ayudar a los demás. En muchas ocasiones, lo que se les ocurre, porque una lucha tan nueva e inesperada como esta tiene en la imaginación uno de sus principales argumentos.
Mascarillas solidarias
Pedro Mateo, propietario de las peluquerías MrBigote, nunca pudo imaginar la maquinaria que iba a poner en marcha cuando decidió poner su material al servicio de los profesionales sanitarios. Todo empezó cuando las medidas del Gobierno le obligaban a abrir sus peluquerías como servicio básico: “Me eché las manos a la cabeza”, afirma Pedro, que se encontró con un grave riesgo de contagio, al tener un trato de mucho contacto y cercanía física con sus clientes. Y todo eso, sin medidas de protección.
“Intenté comprar en Amazon, pero tardaban una semana y me cobraban un dineral por un paquete de mascarillas. Así que pensé en mi máquina de coser que tengo en casa, y en que tenía dos palets de toallas, y que de cada toalla salen cuatro mascarillas”. Finalmente, el Gobierno retrocedió y el cierre definitivo de las peluquerías supuso para Pedro, a la par, un varapalo económico y un alivio sanitario.
Sin embargo, la idea de enfrentarse al virus con sus propias manos ya había nacido en su mente. “Sobre todo, me decidí a seguir con mi idea por lo que veía a mi alrededor. Panaderos, fruteros, butaneros que no tienen medidas de protección”. El colmo fue cuando vio que las cajeras de un supermercado tenían que utilizar filtros de café como mascarillas improvisadas para protegerse.
“Esto me decidió a ponerme con el tema de las mascarillas desde casa. Le enseñamos a los niños una lección de valores, incluso de cómo se monta una empresa”. Con ese raudal de energía positiva, Pedro puso en marcha una maquinaria que tuvo su clave en sus publicaciones en redes sociales, donde enseñaba en un vídeo cómo fabricar una mascarilla y donde pedía ayuda de profesionales de la costura.
De ahí, nació el grupo de WhatsApp Mascarillas Solidarias, a través del cual ha movilizado a una treintena de costureras de todo el Campo de Gibraltar, volcadas en dar respuesta con sus propias manos a la falta generalizada de mascarillas. Este domingo ha sido su primer día de producción entregada, con 4.000 mascarillas puestas a disposición de las necesidades más urgentes en Algeciras y La Línea. En este punto, Pedro Mateo aclara: “No es una mascarilla quirúrgica ni un EPI homologado. Es un cubre boca, un parchecito con lo que podemos aportar como ciudadanos”.
Pedro y su familia se encargan de proporcionar los kits para la fabricación de las mascarillas, que dejn empaquetados en bolsas de plásticos esterilizadas y desinfectadas. Posteriormente, un colaborador de la Policía Local se encarga de repartir el material entre todas las costureras que se han sumado a la iniciativa. Una vez terminado el trabajo, cada costurera se queda unas 25 para su entorno (el frutero, el panadero, el butanero y para ellos mismos) y el resto lo recoge el policía en sus casas para entregarlo a las instituciones con más necesidades (Policía, hospitales, Hogar Betania…)
María Jeús Hormigo, de la asociación de vecinos Fuente de la Zorrilla, de la barriada algecireña de La Juliana, es una de las costureras voluntarias que, en la noche de este sábado terminaba exhausta su primer día de trabajo, con 80 mascarillas entregadas. A ella se suma toda una legión armadas con sus máquinas de coser.
“Mano de obra me sobra”, afirma Pedro, que se ha visto desbordado de llamadas en estos días, incluso procedentes de lugares como El Ejido, Mallorca, Sevilla o Alicante. Sin embargo, lo que sí necesita es material. “Ahora mismo, tengo material para unas 24.000 mascarillas, pero lo que necesitamos es elásticos”, por lo que pide la colaboración de bazares, mercerías o papelerías.
Pero la iniciativa no es exclusiva. A la empresa de Pedro Mateo se han sumado otras, como la de los vecinos de San Roque, animados por redes sociales a fabricar mascarillas pr el alcalde, Juan Carlos Ruiz Boix; o la de la cooperativa textil Sajies, de Jimena dela Frontera, que no han dejado de trabajar para fabricar las mascarillas.
Makers de viseras
Los makers es la terminología con la que se conoce a los creadores de objetos con impresoras 3D. La Asociación de Impresión 3D del Campo de Gibraltar aglutina a más de sesenta makers, de los que ya más de la mitad se han puesto las pilas para imprimir viseras de plástico que sirva de protección para el rostro de profesionales sanitarios y de otros sectores.
Su presidente, Manuel Fernández, aclara que la iniciativa nace a nivel nacional a través de un grupo de Telegram del colectivo. Durante este tiempo, el esfuerzo se ha centrado en diseñar el modelo más adecuado, mediante videoconferencias con diseñadores nacionales. Los primeros eran modelos abatibles, más técnicos y más lentos de imprimir. Finalmente, “hemos llegado a un diseño muy simple, del que podemos llegar a sacar de dos a seis viseras a la vez en unas tres o cuatro horas. De cinco horas para una unidad, hemos pasado a una hora y media”.
Se trata de viseras de protección frontal, similar a la de los jardineros y los soldadores, que se coloca al cuello tras las orejas con un elástico. Las viseras se construyen con acetato, es decir, con las láminas transparentes de encuadernación A4. Para ello, la donación de material están siendo indispensable: “Nos han llamado empresas, papelerías, gente que tiene hojas… Tenemos mucho que agradecer a empresas como Algetoner o Grafitín en Algeciras, o Papelería Gallardo o Práctica, en La Línea. Sólo Prática ha donado 5.000 acetatos”, explica Manuel.
En el Campo de Gibraltar, los makers estaban ofreciendo su aportación de forma individual. El trabajo de la asociación que preside Manuel está siendo el de coordinar y canalizar el trabajo. “Hemos conseguido que el Parque de Bomberos nos ponga un almacén, porque no tenemos sede”, afirma.
Ahora, con el diseño definitivo testeado, comenzará el trabajo de entrega, que Protección Civil y Policía Local se encargará de entregar al Parque de Bomberos.
Una vez más, el material, es la clave para dar salida al esfuerzo voluntario de los makers: “Necesitamos acetato y cintas elásticas para el cierre trasero”, señala Manuel, que afirma que con cinco impresoras en casa, rendirá a un ritmo de unas cincuenta viseras por día con un trabajo de doce horas diarias.
Las entregas empezarán esta semana. Para ello los hospitales y centros asistenciales rellenan un formulario para que los makers sepan cuál es la demanda en el Campo de Gibraltar. De momento, las primeras pruebas del modelo definitivo en el hospital de La Línea ya apuntan a que las viseras se pueden esterilizar, lo que permitirá que no se tengan que desechar después de cada uso.
Restaurante humanitario
Cuando los hermanos Jesús y David García Haro, conocidos en Algeciras como los Chatos, inauguraban hace dos semanas su nuevo restaurante, La Pingana, no se podían imaginar que estaría cerrado sólo una semana después. Sin embargo, su reacción inmediata fue mirar a lo que estaba pasando a su alrededor: “Nos preguntamos qué iba a pasar con los niños de los comedores de colegios, que se los paga la Junta,y que muchos son la única comida en condiciones que tienen en el día. Nos dijeron que no habría comida para ellos y que los comedores iban a cerrar”, afirma David.
Los hermanos hicieron cuentas y se plantearon que podrían darle de comer hasta a doscientes niños. Crearon una cuenta en bizum y empezaron a funcionar en redes sociales. Sin embargo, el lunes por la noche les llegaron buenas noticias: la Junta se hacía cargo finalmente.
Pero la situación de emergencia sanitaria tapaba una necesidad para destapar otra. “Pocas horas después me llamó mi hermano con la noticia de que cerraba el Comedor del Carmen”. El comedor de Cáritas, en el que trabajan dos tías de los Chatos hacía pública su decisión de no abrir debido a la edad y el perfil de riesgo de la mayoría de sus voluntarios.
Llegó entonces la hora de coger el mandil para los García Haro. El miércoles por la mañana, David, su mujer, su hermano, su hermana y su sobrina volvieron a entrar en La Pingana, pero de una forma muy diferente. Guardando la distancia entre ellos y extremando las medidas de higiene, se pusieron manos a la olla. “No sabíamos cuál era la mecánica, qué dar ni cómo”, afirma David. Finalmente, mi hermano hizo tres ollas de lentejas, pan y frutas”.
“De ahí, empezó a salir gente debajo de las piedras para ayudar”, explica. Gran parte de la comida la proporciona el Banco de Alimentos, además de sus proveedores habituales o Asuntos Sociales. Incluso, establecimientos como el hotel Alborán, que, obligado al cierre, les ha entregado todos sus perecederos.
A media mañana, voluntarios de Cruz Roja o Protección Civil se desplazan hasta La Pingana, donde recogen los kits, que los voluntarios entregan en la puerta del Comedor del Carmen. El primer día, entregaron 127 platos de lentejas; el segundo, 143 platos de macarrones y el viernes, 127 platos de alubias. El sábado, entregaron comida para que pudieran pasar todo el fin de semana.
En el restaurante, la familia García Haro llega a las siete de la mañana y cierra a las dos de la tarde. Sin embargo. no son días normales de trabajo. “Se hace muy duro. Estás con los tuyos, pero tienes que mantener la distancia o preguntar por cómo está mamá. Es muy raro todo”.
La jornada solidaria de David no termina el echar el cierre. Por las tardes, se dedica a aliviar el confinamiento de los algecireños con sesiones gratuitas de música DJ a través de las redes sociales.
El encomiable esfuerzo de los García Haro se suma al de centenares de algecireños que, de forma anónima, y con mayores o menores aportaciones, tratan de ayudar a sus vecinos y hacer más llevadera estos adversos momentos. Es el caso de los vecinos de la urbanización El Faro de Punta Carnero, que han dejado la curiosa imagen de alimentos en los capós de los cochés, donde dejan el excedente de sus huertos para su reparto entre todos los vecinos.
Redes sociales
Los ejemplos son innumerables. Las escenas de arropamiento colectivo a través de los balcones y las redes sociales tienen su eco en multitud de iniciativas en todo el Campo de Gibraltar. Son muchas las empresas que están prestando sus servicios online de manera gratuita; o artistas como David Morales, que congregó a más de 400 personas al otro lado de la pantalla con un taller gratuito de baile flamenco; o escritoras, como la linense Carmen Gil, con sus poemas para animar el confinamiento de los niños; o empresas como Omnium Lab, que trabaja en lanzar un videojuego gratuito en el que los más pequeños reproduzcan la situación del confinamiento y venzan al virus lavándose las manos; o multitud de músicos o humoristas, ofreciendo espectáculos online de forma gratuita….
El pueblo del Campo de Gibraltar, de multitud de maneras, como una corriente contagiosa de solidaridad y sentimiento colectivo, no descansa. La imaginación y las ganas de aportar convierten las redes sociales en un hervidero de iniciativas.
La crisis del coronavirus,sin duda, está escribiendo algunos de los fragmentos más cruentos de las últimas décadas. Sin embargo, está sirviendo también para sacar lo mejor del pueblo campogibraltareño.