La Declaración del Milenio es un compromiso firmado el 8 de septiembre del año 2000 por 189 jefes de Estado en la sede de Naciones Unidas en Nueva York para reducir la pobreza, el hambre, la mortalidad infantil, la discriminación contra las mujeres y otros loables objetivos. La mayoría de los ciudadanos, que se enteraron en su día de esta declaración, no se la creyeron y con razón, porque los políticos nos han educado para no creerlos. Y mucho menos cuando se reúnen cada mes de septiembre en Nueva York para participar en la Asamblea General de la ONU con esos aburridos discursos, hipócritas y mentirosos. La Declaración del Milenio del año 2000, una vez firmada, fue rápidamente desplazada de los medios de comunicación por otras noticias de actualidad como la intifada en Palestina, Sadam Husein e Irak, la elección de Hillary Clinton como senadora o las elecciones norteamericanas entre G.W. Bush y Al Gore. Sin embargo, desde ese septiembre de hace 14 años hasta hoy la humanidad ha experimentado un avance en la reducción de la pobreza en la historia: 500 millones de personas salieron de la miseria en la que vivían, la mortalidad infantil cayó en un 30% y las muertes por malaria en un 25%. 200 millones de habitantes de los barrios más pobres del mundo tuvieron acceso a agua, cloacas y mejores viviendas según los datos de Naciones Unidas. Este progreso se debió a muchos factores como las altas tasas de crecimiento económico, especialmente en Asía, el mayor gasto público en salud y unas políticas sociales más eficaces. Además, la expansión del comercio internacional y las inversiones extranjeras en India y China también contribuyeron al enorme alivio de la pobreza en esos países. No podemos negar que la adopción generalizada de la Declaración del Milenio fue un paso importante, pues Gobiernos y organismos internacionales se comprometieron a cumplir esas metas para una fecha concreta, el año 2015. Sin embargo, los 60 indicadores establecidos para medir los avances de los ocho objetivos han dado resultados muy dispares, lo que era de esperar. La reducción a la mitad del número de personas en extrema pobreza y el aumento de personas con acceso al agua potable son objetivos que se alcanzaron antes del plazo estipulado, pese a la crisis económica mundial que estalló en 2008. Otros objetivos no podrán alcanzarse en 2015, y en algunos ni siquiera hubo avances, como por ejemplo en la reducción de las emisiones de dióxido de carbono, que contribuyen cada día más al calentamiento global. Por tanto, no hay duda de que habrá que continuar con el esfuerzo, revisando metas y, seguramente, añadiendo otras para no llegar al colapso que nos viene con el cambio climático. Para revisar la agenda de la Declaración del Milenio el secretario general de la ONU nombró un panel de personas eminentes y expertas que redactaron un informe donde decían para su sorpresa que “se ha acentuado la interdependencia de los países pobres y los ricos, que siempre existió, pero que ahora es más profunda que nunca”. Los expertos sabían que hay una variedad de problemas que los países ricos y pobres deben enfrentar juntos y de manera concertada. Pero la novedad es que algunos de los problemas característicos de países menos desarrollados son ahora comunes en los países más ricos. La desigualdad económica es quizás el ejemplo más notable. En muchos países pobres la desigualdad es la situación “normal”, pero ahora se ha hecho presente de manera notable en todo el mundo. Las altas tasas de desempleo en Europa, sobre todo en los países del sur más afectados por la crisis, no tienen nada que envidiarle al desempleo crónico que tan común es en los países pobres y de menores ingresos. No cabe la menor duda, hay que hacer algo en España, Europa y el Mundo ante tantos millones de personas tocadas por el paro, la pobreza y la exclusión. En 2015 necesitamos un milagro parecido al que hubo en el año 2000 con la Declaración del Milenio, ya que en los siguientes diez años se mejoró la vida de cientos de millones de pobres del todo el planeta. Aunque esta vez también habría que incluir en el milagro a muchos de los países más desarrollados.