TCAM/OPINION En el libro “El fin de la inocencia” de Stephen Koch, libro que leo periódicamente, se nos va revelando poco a poco el complicado entramado de engaños, manipulaciones, juicios amañados y violencia en el que cayeron algunos de los más brillantes intelectuales de Occidente en el siglo pasado. Pues bien, en este siglo recién comenzado y con la crisis que estamos viviendo, el pueblo español también ha llegado al fin de su inocencia. Ya no pueden seguir tratándonos como tontos o hacernos tragar ruedas de molino con tantas mentiras, engaños y manipulaciones. La ciudadanía cada día tiene más información y más idea de lo que está ocurriendo y exige mayor transparencia y control de lo público, porque sabe que la transparencia potencia el acercamiento y un mejor control en el sistema acabaría con la mayor parte de la corrupción.
La pasada semana la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, aseguró que lo único que puede hacer el Gobierno para frenar este deterioro de lo político, de lo económico y lo social con el que arrancó el año es “trabajar con honestidad y trasparencia”. La vicepresidenta cree que la Ley de Transparencia “será un antídoto contra la corrupción” y promete “trabajar por una regeneración democrática completa”, aunque no apunta nada más allá de esa ley que se está negociando en el Congreso. Aunque al final como siempre la cagó, cuando le preguntaron por el fichaje de Rodrigo Rato en Telefónica. Recordemos que Rato privatizó Telefónica cuando era vicepresidente y que esta empresa desde entonces está presidida por Cesar Aliertas, hombre que él aupó al puesto de presidente. También podríamos hablar del caso de Juan José Güemes, ex consejero de la sanidad madrileña, y de otros casos que tanto daño están haciendo a la política y a las instituciones democráticas. Pues bien, la vicepresidenta no encontró otra salida antes las preguntas que le hicieron por estos casos, que señalar que se trataban de “decisiones privadas” que el Gobierno, nunca comentaba. Así que seguimos igual, con este Gobierno no hay verdad. Ni solución a los problemas de corrupción que estamos sufriendo. Y este mal se ha convertido en un problema muy grave que hace peligrar nuestra democracia.