Una ciudad olvidada. Por Amadeo Núñez Montoya

Aceras rotas, hundimientos y baldosas levantadas que convierten un simple paseo en una carrera de obstáculos. La imagen habla por sí sola.
En la fotografía observamos un tramo de acera donde las losas, desgastadas, mal colocadas o directamente ausentes, dejan al descubierto tierra, basura y materiales sueltos. Una escena que resume lo que muchos vecinos ya consideran una constante: el abandono del espacio público.

Era un viernes como cualquier otro, de esos en los que sales a caminar con tus amigos mientras os ponéis al día con vuestras vidas. Pero basta con mirar alrededor para darse cuenta de que, lejos de mejorar, las calles están cada vez más deterioradas, como si el abandono se hubiera convertido en parte del paisaje cotidiano.

Y no se trata de un caso aislado. Este tipo de desperfectos, lejos de ser anecdóticos, están presentes en muchos barrios, afectando no solo la imagen urbana, sino también la seguridad y la calidad de vida de quienes transitan estas calles a diario. La dejadez se acumula como el polvo en los rincones, y lo que empieza siendo una baldosa floja termina convirtiéndose en una zanja peligrosa.

Barrio del Rinconcillo
Esta situación no es nueva ni puntual: lleva años, incluso décadas, sin solucionarse. Y lo más preocupante no es solo el mal estado de nuestras calles, sino la sensación de abandono que se respira. La falta de prevención es alarmante. Parece que hasta que no ocurre una desgracia —como que una persona mayor tropiece y acabe en urgencias— nadie mueve un dedo.
¿De verdad tenemos que esperar al accidente para actuar? ¿Acaso no es más barato, humano y lógico arreglar a tiempo que lamentar después?
Las calles hablan del nivel de compromiso que tiene una ciudad con su gente. Y cuando esas calles están rotas, lo que nos dicen es que aquí, en Algeciras, se ha normalizado mirar hacia otro lado.

¿Dónde está la prevención? ¿Dónde están los responsables que deberían cuidar nuestras calles como cuidamos de nuestras casas?
Pero también, ¿dónde estamos nosotros? ¿Cuántas veces más vamos a esquivar esos baches sin alzar la voz? ¿Cuántas caídas vamos a presenciar sin exigir respuestas? No podemos seguir cruzados de brazos esperando soluciones que no llegan.
Hay que protestar, reclamar, escribir, grabar, firmar. Hacer ruido. Porque si no lo hacemos nosotros, nadie lo hará por nosotros.
Despierta, Algeciras. Las calles también son un reflejo de nuestra dignidad.

No es solo una acera: es una ciudad entera que se deteriora
El mal estado de las aceras es solo una pieza más del rompecabezas del abandono urbano que sufre Algeciras. Las quejas vecinales no se limitan a los baches o las baldosas sueltas: hay una lista creciente de lugares que evidencian la falta de mantenimiento, planificación y respeto por el entorno urbano y por sus ciudadanos.
Uno de los casos más llamativos es el del campo urbano de La Menacha, donde saltan a la vista numerosas irregularidades. El abandono es evidente: instalaciones deterioradas, zonas inutilizadas y una acumulación de basura que se ha ido formando durante años sin que nadie intervenga. Lo que debería ser un espacio para el disfrute vecinal, el deporte y la convivencia, se ha convertido en un lugar olvidado por las autoridades.

También es alarmante la situación del barrio de La Piñera, donde muchas viviendas se encuentran en estado de ruina. Algunos inmuebles han tenido que ser desalojados por motivos de seguridad, dejando a familias enteras en la incertidumbre. Los edificios presentan daños estructurales, riesgo de derrumbe y condiciones que no garantizan una vida digna. Mientras tanto, las soluciones no llegan y la sensación de abandono crece entre los vecinos.

APP Fracasada
Además, cabe destacar que el Ayuntamiento, en su intento por involucrar a los vecinos, lanzó una aplicación móvil para que la ciudadanía pudiera reportar desperfectos. Sin embargo, esta medida, lejos de ser una solución eficaz, ha resultado ser poco útil: la app presenta múltiples fallos técnicos, no siempre registra las incidencias correctamente y es desconocida por la mayoría de los vecinos. Una herramienta que, en teoría, servía para acercar a los ciudadanos a la administración, termina siendo un recurso ineficaz y mal comunicado.
Si las pocas soluciones que se proponen ni funcionan ni se difunden, ¿de qué sirve aparentar que se escucha a la gente?

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