El caballito de plomo. Por Moisés S. Palmero Aranda

Esta semana el mar ha estado muy presente en nuestras vidas con las hogueras de San Juan, la llegada del verano, el Titán y el Titanic, las pateras, las interacciones de orcas con dos veleros que participan en la vuelta al mundo y la puesta de tres tortugas bobas en las playas de Valencia. Si algo tienen en común estas noticias es que reflejan el gran desconocimiento que tenemos del medio marino, la osadía, la hipocresía y la soberbia del ser humano al acercarnos a él, y los impactos negativos que generamos con nuestras acciones.

Nos hace falta más cultura marina, no vivir de espaldas al mar, y poner nuestro granito de arena para conservar los mares y océanos. Es por eso que quiero hacerles una sencilla propuesta para este verano, que puede servirles para entretenerse con sus hijos o para tener un tema de conversación a la orilla de la playa con los amigos.

Hace unos días nos sumamos al proyecto Plumbum de la Asociación Hippocampus de Murcia. El objetivo es recoger todos los plomos perdidos en el medio natural, reutilizarlos y reciclarlos, siguiendo un modelo de economía circular. Para ello están colocando pequeños contenedores en clubs de buceo, o empresas y asociaciones colaboradoras, para que puedan depositarlos sin problema y darles un nuevo uso.

El proyecto nació a raíz del estudio que estos buzos voluntarios, estaban haciendo sobre el caballito de mar en el mar Menor, Hippocampus guttulatus. Desde 2006, cuando comenzaron, lo han visto desaparecer, casi hasta la extinción, por todos los problemas relacionados con la proliferación de la agricultura intensiva y la contaminación de los acuíferos. Quizás el de los plomos, sea un impacto insignificante comparado con estos, pero si podemos evitarlos, estaremos haciendo algo para cambiar el mundo.

El plomo es un metal pesado que, al ser abundante, barato, fácil de extraer y fundir, flexible, resistente e inelástico, no vuelve a su posición inicial, lo hemos utilizado para multitud de usos a lo largo de la historia de la humanidad. Tanto es así, que muchos lo comparan con el plástico, por la gran versatilidad y avances que ha proporcionado. Pero también, como el plástico, es muy contaminante para el medio ambiente, y nuestra salud.

El envenenamiento por plomo se conoce como Saturnismo o plumbismo, y ahora sabemos que ha sido la causa de las enfermedades y la muerte de muchos pintores como Goya, Van Gogh, Caravaggio, porque a las pinturas se les añadía plomo. También, algunos autores, lo relacionan con la decadencia del imperio romano, ya que tenían tuberías de plomo y muchas de las copas y utensilios de cocina, estaban hechas de este material, lo que provocaba la intoxicación de la clase alta romana que tenía problemas en la reproducción y numerosas enfermedades que acortaban su vida o los desestabilizaban emocionalmente.

Quizás en las próximas décadas a la muerte por intoxicación por plásticos le pongamos nombre mitológico, y nuestros descendientes se asombren de como éramos tan insensatos de mezclar, proteger y cocinar, nuestros alimentos con ese material tan perjudicial. La falta de conocimiento, puede ser la excusa sobre los daños que ha causado el plomo, pero de los plásticos lo sabemos todo y no hacemos nada para evitarlos. Ya están en la cadena trófica, comemos y respiramos microplásticos diariamente, y como dice Nicolás Olea, los meamos
cada mañana al despertarnos.

El caso es que la caza y la pesca, ha llenado, y sigue haciéndolo, de plomo, el medio natural, tanto los suelos de nuestras sierras, como los ríos y mares del planeta. Las sales de plomo, generadas por su fácil oxidación, provocan la contaminación de los ecosistemas, de plantas y animales por su ingestión, y pasan de una generación, y especie, a otra, ya que es bioacumulable, terminando en nuestro plato.

Los relacionados con la pesca, tienen un problema añadido y es que siempre acompañan a hilos y anzuelos. Pequeñas trampas que generan la pesca fantasma y cada año provocan la muerte de miles de animales en el mar, al quedar atrapados de forma accidental.

Por eso es importante que cuando te pongas las gafas de bucear, seas consciente de estos problemas, pongas tu granito de arena para minimizar los impactos y sobre todo lo difundas. Y puestos a hacer propuestas, te invito a que releas El soldadito de plomo, de Hans Christian Andersen, porque, aunque no era el objetivo del autor, nos enseña que los mares nacen en las ciudades y que los peces que nos comemos se lo tragan todo. Espero que nunca encuentres un caballito de plomo en su estómago, en tu plato, aunque quizás sea la única manera de abrir los
ojos.

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