IAM/Redacción. Roman J. Israel es un thriller dramático que critica y apela contra el sistema judicial imperante en Estados Unidos. El filme, protagonizado por Denzel Washington que fue nominado al Óscar por este personaje, resulta, a priori, muy atractivo. La producción es, evidentemente, impecable pero la cinta falla en la ejecución.
Denzel Washington interpreta a Roman, un abogado defensor idealista y con vocación cuya vida cambia drásticamente cuando su socio y mentor, un icono de los derechos civiles, muere.
Esto hace que su vida profesional que engloba además la personal, ya que el personaje de Roman no ve compatible ambas y se decanta por su entrega al trabajo, dé un giro de ciento ochenta grados y deba reconducir su trayectoria partiendo de cero. Aquí es cuando entra en juego George Pierce (Collin Farrel), un antiguo alumno del fallecido que ha triunfado en el mundo de la abogacía liderando un buffete de alto standing y termina contratando a Roman seducido por su extraño talento, implicación e integridad.
Por otro lado conoce a una voluntaria, Maya (Carmen Ejogo) que trabaja en pos de los derechos civiles y es una auténtica idealista. Con ella vivirá una incipiente relación afectiva. Esta trama nos muestra las pocas aptitudes sociales que tiene el personaje de Washington, un antihéroe brillante intelectualmente pero torpe en la práctica de la vida.
Ahí vamos al epicentro de la cinta, Roman, un loser que aparte de tener una memoria extraordinaria y un compromiso innegable porque se haga justicia, apenas sabe dónde tiene su pie izquierdo. Durante toda la película creemos y esperamos que por fin Roman despegue y muestre su fastuoso interior al mundo, cambiándolo, que es lo que él realmente pretende, pero siempre se queda a las puertas y al final va dando tumbos de un suceso a otro sin que la lógica concuerde mucho con el alma del personaje.
Su objetivo es lo que define a un personaje y le da forma y en este caso no hay un objetivo claro. Por un lado es un altruista romántico y por otro siente una imperiosa necesidad de cambiar su status económico y social. Todo un amasijo de situaciones discordantes que marean al espectador. ¿Tomará la película este camino? Parece que sí pero no… espera… que toma otro. Así una y otra vez.
Tiene todos los elementos para ser un filme trascendente, más criticando las injusticias del sistema judicial de manera tan explícita, pero pretende centrarse demasiado en contarnos cómo es el personaje de Roman y no acierta con el pretexto para hacerlo.
Por otro lado no entendemos la nominación al Óscar de Washington. Es verdad que no estamos acostumbrados a verlo como un perdedor poco atractivo pero ha tenido interpretaciones mucho más emocionantes y menos relevantes como por ejemplo en “El Vuelo” (2012) donde interpretaba a un piloto de avión adicto al alcohol y la cocaína.
Mucho más interesante la interpretación de Collin Farrel que sí otorga a su personaje mil matices diferentes apoyados sobre una firme línea de acción que evoluciona. Este chico ha sabido salir de su casilla de guaperas para demostrarnos una vez más que es un actor versátil e inteligente.
Pero ni las interpretaciones levantan esta cinta. Más de dos horas de metraje que dejan indiferente al espectador y lo aburren. Hay tantas secuencias innecesarias que parecen un relleno obligado. No nos lleva a ninguna parte, no nos dice nada. Gran pena, con un hilo argumental bien estructurado y quitándole cuarenta y cinco minutos , podríamos haber disfrutado de una gran película.