IAM/M Al poco de llegar a Algeciras fui descubriendo un sinfín de pequeños detalles que, en conjunto, conformaban lo que le pedía a mi lugar ideal para vivir; algunos de ellos ni siquiera los esperaba. Me llevé una alegre sorpresa al pasar junto a la Escuela de Arte y ver que, aun no siendo una gran urbe, mi nueva ciudad ponía a nuestra disposición una tienda de Comercio Justo. Entré.
Allí conocí a Chelo, que ha sabido darle a su local un ambiente en el que me siento realmente cómodo, algo que no me ocurre en muchos negocios porque percibo que lo que pretenden de mí, en última instancia, siempre es mi dinero. Pero entrar al local de Chelo es diferente, es como ir a una tiendecita en un universo paralelo donde se vende salud y paz.
El Comercio Justo es una forma alternativa de mercado con la que se pretende que las cooperativas que elaboran el producto en los países en vías de desarrollo puedan obtener un precio justo por el resultado de su trabajo, para lo cual se establecen canales de distribución paralelos a los de las grandes compañías. Además, dicha forma de mercado se compromete a respetar el medio ambiente, los derechos de la infancia y los de sus trabajadores y trabajadoras, así como a salvaguardar las minorías étnicas y fomentar las condiciones de igualdad de las mujeres. Por eso me parece importante que en mi ciudad haya un establecimiento como el de Chelo, porque me permite formar parte de ese movimiento por un mundo mejor.Hay quien piensa que todo lo que des, sea bueno o malo, te será devuelto con creces. Y en esa tiendecita en la que invierto en contribuir a la felicidad de otras personas allende los mares, encontré a alguien que ha sabido contribuir a la mía como nadie hasta el momento. No, no se trata de mi media naranja sino de una virtuosa masajista de Shiatsu. Según el Espasa, el Shiatsu es una técnica terapéutica oriental que sana mediante la presión dactilar en determinados puntos del cuerpo humano; para mí es mucho más que eso.Cuando has vivido en una gran ciudad, de esas en las que te estresas simplemente de respirar el ambiente, o encuentras a alguien que sepa dar buenos masajes o acabas padeciendo una infinidad de pequeños dolores psicosomáticos. Esa lección me la traje bien aprendida de allá arriba así que, antes de que la pasión que siento por mi amada e intensa actividad profesional se me empezara a acumular en la espalda produciéndome dolores musculares, insomnio, acidez de estómago, ansiedad o cualquier otra dolencia injustificada empecé a buscar masajista. Chelo me habló de ella justo a tiempo.Tumbado boca abajo en su futón, escuchando música relajante y respirando el aroma de la tranquilidad, una lagrimilla de felicidad afortunada se me escapó humedeciendo la sábana blanca. Cuando terminó el masaje, y me dejó a solas el tiempo necesario para volver en mí, salí del gabinete y la miré a los ojos. Aún a riesgo de parecer un tipo raro, algo a lo que, por otra parte, estoy bastante acostumbrado, le dije: “Hacía mucho tiempo que te andaba buscando”. Era completamente cierto.No es fácil encontrar a alguien que sepa hacerlo, que consiga liberar toda la energía negativa que se acumula en el cuerpo, que desatasque las vías internas por las que fluye el buen rollito. Prácticamente imposible, al menos en occidente, a alguien que lo haga como Marga. Sí, sé que soy injusto, no conocía el Shiatsu hasta que la conocí a ella pero no estoy dispuesto a cambiar de masajista para comparar. Cada vez que este organismo al que someto a tan intensa vida pierde el equilibrio, pregunta por ella. Llega entonces el momento de llamar a Chelo y pedirle que concierte una cita. Suelo esperar que llegue la hora como el que espera a esa amada que vive a kilómetros de distancia y que nunca se deja de echar de menos. Y es que, tal es el efecto que sus masajes me causan que he creado un personaje inspirado en ella para la novela que estoy escribiendo. Una masajista de ficción (aunque no tanto) que pone un punto de cordura en la vida del protagonista y a la que he llamado Beatriz, un nombre cuyo significado es “la que trae la felicidad”.Así pues, con mi cuerpo entre sus manos y mi mente deslizándose de paraíso en paraíso, me suele venir a visitar la idea de que una de las maravillas de Algeciras es la gente que forma parte de ella.
Sr. Gilmore