El domingo a la siete y media de la tarde, cuando el presidente de Las Palomas sacó el pañuelo blanco para que se iniciara la corrida de toros que cerraba la Feria, el escenario y el ambiente era de lujo. Más de tres cuartos de entrada con la sombra rozando el lleno. Un cartel de tronío, y una ganadería en teoría de lujo: Juan Pedro Domecq. Tarde de verano, sin viento, y en el ambiente la gran e histórica tarde de toros y toreros del día anterior, hacían presagiar, que el respetable iba a disfrutar. TOROS SIN CASTA, SIN FONDO, SIN FUERZA…CASI MORTECINOSPor desgracia, se dio aquello de corrida de expectación corrida de decepción, debido a que los Juan Pedro fueron seis toros sin raza, sin casta, casi sin vida, mortecinos, algunos listos de los cuartos traseros que más que querer coger la muleta pasaban, cuando no se caían: todo un desastre torista que propició una total y absoluta falta de moción e interés, hasta el punto de darle la razón a los muchos que piensan y afirman (pensamos y afirmamos) que los peores enemigos de la Fiesta de Toros, están dentro de la misma, y son mucho más dañinos que los colectivos antitaurinos.
LO MEJOR
Puestos a elegir lo mejor de la insufrible y tarde, para lo cual hay que echarle al tema muy buena voluntad, decir que además de la entrada, sólo quedan para el recuerdo las siete verónicas y la media de manos baja de Morante a su primero, así como la buena voluntad, ganas y profesionalidad del mismo Morante, Manzanares y Cayetano, que se estrellaron contra el muro de los JP. Decir asimismo que la actitud del respetable al que no se estaba respetando, y que aplaudía lo más mínimo es una virtud que rayó el pecado de tragárselo todo, pues la lo insufrible e impresentable de la tarde de toros, era para que el respetable, repito que no respetado, hubiera formado una gran pajarraca.