Felipe González, presidente del Gobierno español entre 1982 y 1996, decía que “la gente me seguía votando cuando incluso yo estaba harto de mí mismo”. Esta cita encierra un análisis tan breve como conciso de la política española del último cuarto de siglo: el desgaste de unos actores que tienden siempre a ser los mismos. Desde 1989 y hasta 2011 los dos partidos dinásticos españoles sumaron más del 70% del electorado. De hecho, en 2008 incluso llegaron al 82%. ¿Cuál es la realidad hoy?La encuesta del domingo de Metroscopia para el periódico El País sobre la intención directa de voto a 50 días de las elecciones generales, muestra que la suma de votos de socialistas y populares se queda en un escueto 44,5% del voto estimado. De ocho de cada diez votos en 2008 a cuatro de cada diez en 2015: el fin del bipartidismo parece ya un hecho. ¿Qué ha producido este cambio radical?Las causas de esta desafección son múltiples y hunden sus raíces en muchos ámbitos, no siempre exclusivamente políticos. Como en cualquier democracia, el carisma de los líderes y la seducción que pueda ejercer su discurso conviven con su gestión en la valoración ciudadana. La proximidad entre el mencionado discurso y el posterior desempeño en el poder (esto es, la coherencia) es uno de los factores con más peso a la hora de evaluar a un personaje político. Y ahí, tanto PP como PSOE han fracasado estrepitosamente en la última década.No es necesario revisar el currículo del partido socialista para saber de sus mentiras, la OTAN con el referendo de 1986 o su relación con la monarquía mientras se define como republicano, y la creciente serie de incongruencia y corrupciones de los últimos tiempos, que no voy a detallar por no cansar, pues son muchas. Ahora el actual secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, parece continuar con la misma dinámica al traicionar las bases ideológicas del socialismo español aprobando junto a Rajoy la prisión permanente revisable o perpetua.Y si en la calle Ferraz esconden vergüenzas, en la calle Génova no les van en absoluto a la zaga: el Partido Popular se ha caracterizado en los últimos años por hacer exactamente lo contrario a lo prometido. Si en legislaturas anteriores los populares ya habían mostrado algunos signos de escaso respeto a la verdad y a la palabra dada, el periodo 2011-2015 les ha coronado como la formación política con mayor capacidad para mentir y engañar sin rubor.El gobierno del PP subió tanto el IVA como el IRPF, aunque prometió no tocarlos, recortó las pensiones e impuso una reforma laboral que abarató el despido y no ha generado empleo. El ejecutivo de Rajoy también recortó las partidas de Educación y Sanidad en 10.000 millones de euros y se encuentra amenazado por distintas tramas de corrupción que afectan a miembros ilustres del partido, entre otras los casos Gürtel, Bárcenas, Rato o la Operación Púnica.A los casos individuales de ambos partidos hay que sumar una pesada losa: la modificación del artículo 135 de la Constitución para incluir un techo de déficit. Para dos formaciones tan reticentes a reformar la carta magna y tan opuestas ideológicamente, ponerse de acuerdo en este caso fue sorprendentemente fácil. La reforma se aprobó en apenas una semana en pleno verano del 2011, con el electorado de vacaciones y desconectado de la actualidad política.En cualquier caso, las últimas encuestas muestran que la ciudadanía no está dispuesta a seguir tolerando estos desmanes. El fin de la hegemonía de los gigantes que gobernaron España durante tres décadas parece haber terminado. Y la alianza estratégica de los vendedores de humo se ha acabado, aunque sigan contando con los fieles al partido y votantes, si no qué clase de vendedores de humo serían.