IAM/ALJ Un 9 de abril de 1977, Sábado Santo rojo, se produjo uno de los hechos decisivos de la historia de la transición, Suárez decidió darle la carta de legalidad al PCE. La negociación secreta entre Suárez y Carrillo, con la aceptación del PCE de la bandera bicolor y la Monarquía, fue una de las claves.
Los comunistas, principales protagonistas de la resistencia contra la dictadura (comisiones obreras, sindicatos universitarios, colegios profesionales y movimientos asociativos), reivindicaron un papel principal para el PCE después de Franco. Porque es cierto que sin ellos no se podría explicar la imparable erosión de la dictadura ni su crisis final.Pero los comunistas, recios y disciplinados en la clandestinidad, desde su legalización un Sábado de Gloria para el PCE, comenzaron a escindirse, en una orgia de agravios y expulsiones, hasta que el orgullo de su nombre quedó sepultado bajo etiquetas ajenas: Izquierda Unida. Y así sigue, ahora como Unidos Podemos.Tantas penalidades hasta presentarse como lo que eran, comunistas, para luego, a la vuelta de la esquina, convertirse en mero adjetivo de otra cosa o de otro partido. Lo mismo puede que le ocurra a Podemos en esa misma orgia de agravios y expulsiones existentes en el partido desde el Congreso de Vistalegre II.Qué queda en nuestra democracia del orgullo comunista y de su lucha obrera. Poco o nada. Pero no creo que su lucha fuera inútil, porque fue un instrumento útil para conseguir la democracia en nuestro país, aunque a veces estos instrumentos políticos fallen. El poeta Marcos Ana lo decía, “un comunista debe saber distinguir entre las ideas, los hombres y los partidos. La bondad de las ideas está por encima de la conducta de los hombres y de los partidos, que son solo instrumentos que pueden fallar”.