.La “transversalidad” en Podemos es un concepto defendido por Errejón desde la asamblea fundacional de Vista Alegre celebrada hace apenas un año y medio. Después del 20-D, según Iñigo Errejón, Podemos está en una encrucijada en la que debe decidir qué quiere ser de mayor: un partido hegemónico o una minoría de izquierdas. Tema a debatir una vez se resuelva el Gobierno o, en su defecto, haya elecciones.Pero, ¿qué es la transversalidad?
Lo expresa de manera muy clara Rodrigo Amirola de la Secretaria Política de Podemos: “La transversalidad significa evitar el riesgo de convertirnos en una organización clásica relegada al margen izquierdo del tablero político y consiste en comprender que no se puede construir pueblo y un proyecto de cambio solo con los más castigados por la crisis”.
Está claro que a la mayoría de nuestro país no le preguntaron si era de izquierdas o de derechas antes de congelarle el salario, despedirle de su trabajo, bajarle la pensión, echarle de su casa, subirle las tasas de las matrículas u obligarle a re-pagar por sus medicamentos. Las viejas élites sembraron un campo de malestar general que Podemos intentó politizar sin pedir los carnets a nadie.En estos dos años, Podemos se ha dirigido a esa mayoría social, plural y heterogénea. Y hoy se puede afirmar que la transversalidad ha sido un éxito.
La transversalidad no es un truco electoral, sino que forma parte del ADN de Podemos. Son todas aquellas personas a las que se dirigió Podemos invitándolas a sumarse al cambio, pero no únicamente con su voto, sino tendiéndoles la mano para que se implicaran activamente en la transformación de nuestro país.En una sociedad, en la cual las identidades comunes (de clase principalmente, pero no sólo) saltaron por los aires, y donde el rasgo definitorio de nuestra estructura social es la fragmentación y, relacionado con ella, la especial importancia de la comunicación, la reflexión en torno a la relación de las esferas de “lo social” y “lo político” no puede seguir girando en las mismas, conocidas y viejas claves de interpretación.En este país no existe un sujeto social privilegiado esperando a ser llamado a filas para cumplir ninguna misión histórica.
Aquí hace falta un gobierno de cambio con una indudable tarea, abordar la emergencia social existente en España con una ley como la Ley 25 con tres medidas esenciales: el derecho a la vivienda, el rescate enérgico y el derecho a la salud.La desigualdad social atenta contra los derechos humanos, supone una constante ruptura de la cohesión social y fomenta y construye la exclusión política. Por lo tanto, garantizar unas condiciones mínimas de vida con la Ley 25 no solamente es una obligación de la sociedad en la medida en que es el único garante real de libertad, sino un medio básico para que la gente pueda participar de la política en la comunidad en la que vive.
No se trata de que nos debamos más a la gente con menos recursos o en situaciones de pobreza, sino que es una flagrante injusticia que haya pobreza y altos niveles de desigualdad en sociedades ricas como la nuestra. Como decía Owen Jones cuando cerró el programa de Salvados en la Sexta: algo es bueno no por quién lo diga, sino por lo que dice (“era bueno no porque venía de la clase obrera, sino porque la clase obrera era la única que luchaba por la consecución de una sociedad sin clases”).