El fracaso de la investidura de Pedro Sánchez abre un proceso inédito en la democracia española. Nunca antes un candidato propuesto por el rey había perdido en la segunda votación. En estos días comienza un proceso que puede prolongarse hasta el 26 de junio -fecha en la que se repetirían las elecciones-, si antes del dos de mayo ningún aspirante ha conseguido los apoyos necesarios para ser investido. Ahora la oportunidad es para un pacto de izquierda.
Pero cómo se puede llegar a acuerdos o pactos por la izquierda, única posibilidad de cambio, si el equipo negociador de PSOE ha anunciado que irá junto con Ciudadanos a todas las reuniones que se convoquen. Cada día veo más clara la estrategia de Albert Rivera y Ciudadanos en este proceso que estamos viviendo: Arrastrar al PSOE a su terreno, tender la mano al PP, su preferencia de siempre, cerrar la puerta de cualquier acuerdo con Podemos y dar los pasos necesarios para la gran coalición de la restauración decimonónica, PP, PSOE y Ciudadanos. Un imposible.A todo esto el Partido Popular no deja de decir que hemos perdido el tiempo, pero creo que el tiempo que uno pasa argumentado nunca es tiempo perdido. Así que, nos debemos preparar ya para lo peor, nuevas elecciones.
Aunque la fallida investidura de Pedro Sánchez nunca será tiempo desperdiciado. Este tiempo ha sido necesario para conocer, en boca de sus protagonistas y en la mejor tribuna, el Parlamento español, los argumentos de cada uno. Se compartan esas razones o no, es mejor debatir algo sin llegar a un acuerdo que llegar a un acuerdo sin debatir nada, como ha venido sucediendo en Congreso y Senado durante muchos años de nuestra democracia.
Así que, por el momento, hay más razones para que los ciudadanos hayan acogido el debate complacido que lo contrario. Ahora sabemos más y tenemos más argumentos para conformar nuestro criterio, si hay nuevas elecciones.
Por eso la ciudadanía, el votante medio, debería conocer que le falta al acuerdo o pacto de investidura alcanzado entre PSOE-Ciudadanos para que Podemos no se plantee ni siquiera la abstención. Estas son algunas de sus razones: Abarata el despido y no deroga la reforma laboral del PP. Subvenciona salarios bajos y fomenta la precariedad.
Defiende los copagos farmacéuticos. Mantiene la subida del IVA, solo baja el cultural. Mantiene el salario mínimo interprofesional con una subida ridícula del 1%. No da solución a los desahucios ni admite dación en pago. No toca la antidemocrática Ley Electoral.
No se deroga la Ley Mordaza que atenta contra la libertad y los Derechos Humanos. Asegura las “puertas giratorias” y mantiene cargos imputados. No lucha contra el fraude de las grandes fortunas. No se deroga el artículo 135 de la Constitución, que mantiene como prioritario el pago de la deuda. Y lo más grave no aporta memoria económica con lo cual lo que se está vendiendo en el pacto es humo.
También para muchos electores estos debates de investidura han dejado un cierto regusto amargo por el tono de la discusión y la ruptura de los puentes necesarios para lograr una mayoría suficiente para formar Gobierno. Ha faltado la grandeza de espíritu y la voluntad integradora esperable. Porque la sociedad perfecta, con todos los bienes posibles sin mezcla de mal alguno, pertenece al reino de la utopía; y en la insalvable patria común que, finalmente -y como advirtiera Albert Camus-, es la realidad, la más noble meta posible es que exista cada vez menos pobreza, más igualdad, menos injusticia y más solidaridad. Pero sabiendo que nadie tiene en exclusiva la fórmula para lograrlo.
En una sociedad plural y libre como la nuestra, estamos condenados a pactar, a buscar puntos medios de acuerdo, a hacernos concesiones mutuas. En definitiva a convivir. Así que unos y otros no hablen más del cambio, cambien. Porque no sé si lo saben pero afuera sigue haciendo frio.