Mariano Rajoy ha iniciado la segunda parte de la legislatura de su Gobierno sacando el programa duro del PP, en un claro intento de conectar con su votante natural. Esta segunda parte de la legislatura por razones electorales será más política que económica. El PP es consciente de que su electorado más conservador está muy molesto, por lo que peligra su voto. Los dirigentes lo saben y sobre todo lo detectan las encuestas. Si hubiera ahora elecciones, el resultado global más probable sería una ajustada victoria del PP, no alejada del empate con el PSOE, siempre que votaran el 65% de los electores, aunque necesitaría dos partidos más para poder seguir gobernando con mayoría.
Consciente de este problema creciente, el Gobierno que cree tener algo más de margen político ahora que la prima de riesgo ya no aprieta como antes, ha empezado a concentrarse en algunas leyes como gesto claro a su electorado conservador. La más evidente, la de seguridad ciudadana. Si algo les gusta y reclaman los sectores conservadores es dureza contra las manifestaciones y las huelgas, y para ello tiene a Jorge Fernández, un ministro muy conservador y amigo intimo de Rajoy –que se lo llevó como secretario de Estado en cuanto llegó al Gobierno en 1996- y que ejerce como vinculo entre la Conferencia Episcopal y el propio Rajoy.
Otro ministro dedicado a la estrategia de conectar con su electorado natural es Alberto Ruiz Gallardo. Suya es la reforma del Código Penal en plena tramitación, que introduce la prisión permanente revisable y que según los juristas no será Constitucional. Sin mencionar la reforma clave para el electorado conservador del PP: el aborto. Esta semana el propio Rajoy aseguró a los periodistas que la ley se aprobará este mes de diciembre, una vez se han terminado con las tensiones internas del Gobierno por este motivo. La nueva ley eliminará los plazos, sistema que rige en casi toda Europa, volviendo de nuevo a los supuestos. Sin embargo, el tratamiento de esos supuestos y de los abortos en casos de malformaciones sigue dividiendo al Ejecutivo, aunque su dirección no lo admita.
El aborto es una ley muy complicada para el PP, ya que todos los ministros asumen que no gustará del todo a nadie, aunque sacarla adelante ahora y de cara a las elecciones europeas es un claro gesto hacia su electorado tradicional. Piensan que con este giro conservador sus votos perdidos según las encuestas volverán mansamente al redil cuando sean reclamados. Qué equivocados están, ¿o no?