.La semana pasada en El País Juan José Millas afirmaba, aunque para mi sigue siendo una pregunta, que la demolición del PSOE comenzó cuando Rodríguez Zapatero traicionó a los españoles al ciscarse en aquella promesa solemne de “no os decepcionaré” con la que inició su primera legislatura. Es posible que si Obama, Merkel y Sarkozy, los tres juntos, nos hubieran pedido como a Zapatero que nos cortásemos las venas, probablemente nos las hubiéramos cortado como hizo él.Hay líderes que acojonan a cualquiera. Porque un líder es un líder, y más si son como los tres nombrados.
El problema fue que, en vez de cortarse las venas él, nos las cortó a nosotros. Y a eso se le llamó, tanto por Zapatero como después por Rajoy, un ejercicio de responsabilidad, pero sin darse cuenta que también con sus actuaciones y recortes estaban iniciando su camino hacia la irrelevancia y hacia un incierto futuro.
Para quienes hemos seguido con interés al PSOE durante décadas, solo nos cabe recurrir a libros de historia que expliquen anteriores periodos de confusión como los actuales o a las miles de piezas dispersas en las que se está descomponiendo el futuro del PSOE tras el 20-D. Pactos imposibles, zancadillas internas o calendario sin huecos para el Congreso Federal. Pero para quienes le votaron en dicha fecha, probablemente solo quepa enojo y rabia por el espectáculo tan lamentable que están dando, aunque no sea de hoy, sino de hace un año y medio.
Según algunos socialistas la historia comienza cuando Susana Díaz y un grupo de barones apoyaron a Pedro Sánchez como secretario general del partido con la condición de no ser candidato a la presidencia del Gobierno en las elecciones que tendría que convocar Mariano Rajoy en menos de un año. Según ese relato, Sánchez ignoró ese acuerdo y en solo mes y medio tomó la iniciativa y anunció que se presentaba a la nominación como candidato presidencial socialista. A partir de ahí el enfrentamiento entre la familia socialista ha sido total.
El enfado de Susana Díaz y de otros barones estalló en el Comité Federal posterior al 20-D. El principal objetivo era ya desalojar a Pedro Sánchez del partido, del Gobierno de la oposición y de donde hiciera falta. Pero algunos barones han enfriado su posición a la vista de la furia y del encono personal con el que Díaz plantea ese relevo, pero aún así son bastantes los que todavía trabajan en esa dirección, aunque de momento haya quedado paralizada por la presión del hecho catalán y su desafío soberanista.El asombro de muchos militantes y simpatizantes socialistas por este feroz enfrentamiento interno es grande.
Aunque también por la pérdida del sentido de la realidad de unos dirigentes o barones que creen poder cambiar, de un día para otro, sus propuestas o echar el freno de mano si se les antoja con “ahora no toca hablar de relevos”, y se quedan tan tranquilos, sin darse cuenta del daño que están haciendo.
Esta situación ha hecho estallar la furia del hombre paciente, militante o simpatizante, que se pregunta ahora ¿qué es eso de los barones? Porque ellos se afiliaron o votaron socialistas por la grandeza de sus ideas y por el papel que representa un partido que nació para defender a la sociedad de las injusticias en las que vivía.Las personas que hoy forman parte de la familia socialista lo son aún a sabiendas de las luchas internas y territoriales que se viven en el interior de su partido, y lo son porque siguen creyendo en la necesidad de la fuerza del socialismo. Los militantes y la sociedad reclaman el socialismo que representa regeneración, cambio, lucha, igualdad, solidaridad, vocación de servicio y transformación. Y reclaman un partido que les devuelva la ilusión perdida alejándose de las luchas cainitas que viven ahora. Porque, además, creen que una sociedad más justa es posible y un pacto de izquierdas también.