Por qué le llaman crisis, cuando fue un golpe de Estado financiero.Por: Ángel Luis Jiménez Rodríguez.

 

Hay una película española dirigida por Manuel Gómez Pereira titulada: “¿Por qué lo llaman amor, cuando quieren decir sexo?”. Pues bien, cuando hablamos de la crisis, no sé por qué regla la llamamos crisis cuando está muy claro que fue un golpe de Estado financiero para que entre todos pagáramos la deuda de los bancos.

Esta crisis, que estalló en 2008, tiene muchas dimensiones y denominaciones, y aunque comenzó como una crisis financiera o de los bancos, rápidamente derivó en una crisis económica general. Sin embargo, no quedó ahí la cosa, porque al tener que endeudarse el Gobierno para hacer frente a sus consecuencias, pronto se convirtió en una crisis de la deuda soberana -el conjunto de deudas que mantiene un Estado frente a particulares u otros países-. Y la respuesta a esta situación fue la política de austeridad del Gobierno de Rajoy, que terminó provocando una grave crisis económica, social y política.

El resultado ha sido un gran sufrimiento para la gente. La sensación es que el Gobierno trabaja solo para los bancos. Y que eso que llama deuda soberana es el resultado de lo que hemos tenido que apoquinar a los bancos o a otros por culpa de su mala gestión. En este país se ha instalado la precariedad como horizonte de futuro, y eso ha derivando en una crisis política de imprevisibles consecuencias. La legitimidad de este Gobierno y de toda la estructura política ha quedado muy dañada, tanto en España como en Europa. La gente pone en cuestión aspectos fundamentales del sistema político y también económico. La ciudadanía percibe que no tiene instituciones o canales a los que puedan dirigir sus quejas, reclamaciones o propuestas para solucionar sus problemas.

El problema está en saber cómo evolucionará el sistema a partir de ahora. Una posibilidad es que las élites políticas tomen conciencia del problema, se pongan las pilas y acuerden introducir ciertas reformas en el control de las instituciones financieras -en vez de estar a su servicio-, para prevenir que no vuelva a ocurrir otra catástrofe como la de 2008 por falta de regulación. Pero así el sistema seguirá cojeando más o menos como hasta ahora, la desigualdad seguirá aumentando y aspectos fundamentales como la crisis ecológica -que también existe- seguirán sin abordarse. Y veremos el triunfo del individualismo egoísta y de la sociedad de cazadores de la que habla Zygmunt Bauman, el sociólogo y filósofo ganador del Premio Príncipe de Asturias de Humanidades de 2010.

Otra posibilidad es que los movimientos sociales, organizados en sociedad civil, fuercen a las élites políticas a cambiar, a revisar las estructuras desde la forma de los partidos a los mecanismos de participación que propicien cambios sociales profundos. Cambios a mejor, que hagan evolucionar el actual capitalismo financiero -motor de todo el sistema- a una forma de capitalismo más igualitario y, por tanto, más estable. Aunque es difícil imaginar que pueda surgir un impulso reformador desde el interior del propio sistema, si no se fuerza al mundo financiero y empresarial a reaccionar y aceptar cambios desde las bases de una sociedad organizada.

Y en esa tarea están los movimientos sociales, las redes ciudadanas o ese fenómeno político  llamado Podemos. Una organización de nuevo cuño que aspira a llegar a las instituciones sin renunciar a sus formas de representación de base. La idea de que los movimientos sociales puedan tener un pie en el sistema político y otro en la sociedad civil hacen tan interesante y todavía más ilusionante un proyecto como el de Podemos.  Esperemos lo mejor de ellos por y para el bien de todos.

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