Palabras de aMor en lunes. Por María Eugenia Manzano

Lo que se obtiene en la contemplación debe ser devuelto en el amor. (Meister Eckhart)
Lunes, diecisiete de noviembre.
Miro el cielo de Madrid. La tarde está nublada pero no llueve. Llevo toda la mañana queriendo arrancar este texto y sólo consigo borrarlo. Cierro los ojos de nuevo. Escribo sin mirar lo que escribo. Trato de conectar con lo que no pienso. Recuerdo. Dejo de nuevo mis dedos en el teclado, con la intención de que fluyan como fluyó el bolígrafo el sábado. En frente, una chimenea, todo rectangular, cuadrado. Ladrillos, antenas, ningún coche por aquí. Sólo dos pájaros. Noviembre y su olor a otoño. Al fin acierto. Hay poco que decir hoy.
Saboreo, pongo, y me late el corazón del lado derecho. Palpita en el centro del pecho, casi donde situé el diafragma; lo debí de desviar. Yo soy, afirmo, y luego yo creo. Después, yo hago y ahora yo amo. Sigo, yo expreso, yo intuyo, yo integro. Las siete verdades capitales (se equivocaron los milagros) y sólo confundo una letra. Bendita mecanografía, hoy en desuso, aunque al fin y al cabo da igual: yo sólo escribo al dictado. Obedezco.
Los viajes al centro del alma, igual que los viajes al espacio cósmico, son viajes infinitos y enigmáticos. Exigen impecable preparación, alta dosis de confianza, quietud para atravesar turbulencias y una excelente respiración. De ello depende que se desarrollen con el mínimo peligro y terminen por convertirse en la experiencia más enriquecedora. Estratosférica. En ambos, los cosmonautas tienen que regresar a la tierra, no pueden permanecer allí por más que quieran, y necesitan paciencia en su vuelta a la conciencia cotidiana. Digamos entonces que esos viajes, los primeros, son viajes al cosmos del alma.
Alguien dirá entonces “parecen terribles”, “¿dan miedo?” Y algún iniciado responderá “quizás… al comienzo”.
Pero luego te invadirá una gran calma, y oirás la lluvia , la música del silencio, y tu alma bailará con otras sombras redimidas al son de un instrumento de agua, de humedad en cavidad amplificada, de recogimiento… y ahí empezarás a comprender la grandeza: útero materno. Las dos diosas. Fuera, nada. Todo dentro. Labios sellados. Vacío pleno.
Acostado boca arriba, no verás ningún motivo más que para estarte quieto, y el buda te lo recordará. Se desmentirán los temores. Estarás conforme contigo, querrás simplemente estar, sin intención alguna. Abiertos como estarán tus sentidos, te revelarán que cada cosa contiene una letra precisa del único poema universal. Y vivirás un amor unitivo, no pensado. Imposible de explicar.
Serás un buen camarada para tí. Lo seguirás siendo. Se te brindará una elevada autoafirmación. Te llevarás a ti —a saber, al mejor— en el descenso, y te entenderás con él, sonriendo, porque “hemos estado allí”, dirás, “porque estamos enlazados“. Te llevarás contigo. Jamás has estado ni estarás solo. Entonces lo comprenderás.
Lejos de perturbación, vivirás una realización de la conciencia, de la comunidad universal, del aliento único al que pertenecemos. Y lo sabrás porque los ruidos serán exactos, nítidos, lo mismo que los colores. La luz los llenará, no serán el color ni el ruido. Triunfará la seguridad.
Pocas veces te habrás reído tanto y tan desde el corazón. Te reirás a la vez que te sientes unido a las cosas, y cada risa sostendrá en su armonía toda la sabiduría universal. Será risa celestial. Tu risa testimoniará un acuerdo con la inteligencia, completamente modesto: ausente de voluntad, que ensombrece la sabiduría, la alegría estará más cerca porque se le ilumina a quien habita la inocencia. Las fuerzas mentales estarán en los poros, no en el cerebro. El camino a transitar será el opuesto al que conocemos.
Amor maximus amor rei est. Eso excluye el odio. El odio limita y la expansión de tu corazón será ilimitada. Te dolerá el plexo solar. Te arderá. Y cuando busques la palabra exacta, no la encontrarás. La inexacta tampoco. Las dos ofrecerán un significado banal a tan alta experiencia de dar en amor e inteligencia lo que se obtiene de la visión y de la experiencia de auto–trascendencia en perfecta comunión con el Universo. Los dogmas de las religiones desaparecerán. Leeremos y entenderemos el texto de primera mano “del libro que ha escrito el dedo de Dios” (Paracelso): el Libro de la Creación. Y regresaremos glorificando y alabando a Dios por lo visto y oído, pues todo sucedió tal como se les había dicho. (Lucas 2:20)
Bienaventurada tú. 
  

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