José Hidalgo de Castro
La perturbación del orden y la indisciplina en que se desenvolvió la Asamblea del Partido Socialista del día 13, una vez más, y como resultado de una estrategia diseñada por la dirección Local y avalada por el representante de la Dirección provincial, ocasionó que, lo que debiera de haber sido un acto democrático se convirtiera en una malísima imitación de ello; con un Presidente de mesa que fue incapaz, en todo momento, de imponer la autoridad que los Reglamentos le otorgaban.
Esa autoridad cuestionad por parte de los presentes, no fue ni más ni menos que el efecto propio de la vulneración por parte de dicho Presidente, de las normas, en sus Artículos 10 y 48, que regulan el funcionamiento de las Asambleas.
El malísimo espectáculo antidemocrático y degradante ofrecido por los representantes de las direcciones local y provincial ratificando todo ello con el “haz una reclamación”, ante los evidentes incumplimientos que se les presentaban, era los propios de regímenes no democráticos.
La gravedad de estos hechos no democráticos, como decimos antes, no residen sólo en aquellos que ven peligrar las prebendas que el poder les otorga, sino en todos aquellos militantes que con sus votos avalaron la manipulación vergonzante que allí se representaba, por mucha envoltura democrática con la que se quiera revestir la Asamblea.
A pesar de la fiesta circense que se exponía y denunciada públicamente por algunos de los intervinientes, la reunión ofreció en su colofón final, una victoria moral, aunque no numérica, para aquellos grupos que sienten el partido, pero lo quieren democrático.
Arrancarles más de un 20% de votos a unas estructuras tejidas entre los favores y los intereses familiares, ha sido toda una victoria. Esta victoria, no es otra cosa, que el principio del fin de unas maneras excluyentes, despóticas y no participativas de gobernar. Vayan mis felicitaciones personales, a todos aquellos que, aun desde posiciones distintas, lo han propiciado.