No es momento de ceder terreno. Por: Ángel Luis Jiménez

Pasaron las elecciones europeas, y no se cumplió la premonición del crecimiento de la ultraderecha. En nuestro país, las fuerzas progresistas parecen salir debilitadas, pero ¿qué ha cambiado realmente en los últimos meses? Nada o casi nada.

Si analizamos los datos, esa ola extremista no ha sido tan alta. Han obtenido 178 eurodiputados (de los 705 con que cuenta el Parlamento Europeo), solo 14 más que los que obtuvo en 2019, aunque entonces se contabilizaban en su lado a los euroescépticos británicos.
El trabajo del Parlamento Europeo en temas vitales como el crecimiento de la productividad, las mayores inversiones en investigación e innovación, la integración de sus mercados de bienes, servicios, capitales y tecnología, nos harán no solo más prósperos, sino también más seguros y autónomos en los próximos cinco años.
Pero no olvidemos que las conquistas de Europa son reversibles, sobre todo cuando la mitad de los ciudadanos no participan. Se asume que las conquistas se mantendrán sin problemas, y nadie tocará el euro, la posibilidad de viajar libremente por Europa, el paraguas protector de un tribunal europeo o el programa de estudios Erasmus…
En España (en el club comunitario desde 1986), el 53% de las leyes aprobadas en las Cortes en estos últimos cinco años han llegado impulsadas desde Bruselas. Porque la UE también son derechos, avances, proyectos y obligaciones que a menudo se dan por supuesto, pero también porque existen mecanismos de control y equilibrio y unas libertades básicas.
Así que, cuidado con ceder terreno debido a la nueva composición del Parlamento Europeo porque no es el momento de mostrar fragilidad. Por los resultados de las elecciones, podemos asumir que las conquistas y derechos se mantendrán, sobre todo en España que cuenta con buenas cifras de crecimiento, aunque las fuerzas progresistas hayan sido incapaces de convencer a la gente en las elecciones.
Tampoco podemos dejar que la derecha engreída de este país capture instituciones públicas como el Banco de España, la Comisión de los Mercados y la Competencia, la Comisión del Mercado de Valores y la Comisión de la Energía, para unirlas a la negociación de la renovación del Consejo General del Poder Judicial. Sería un error, un tremendo error.
Insisto, no es momento de ceder terreno a la derecha sino de comenzar a reactivar políticas progresistas, porque este Gobierno lleva meses de parálisis legislativa. Deben darle un empujón de verdad a los fondos europeos. Bruselas aprobó el martes el cuarto pago de 10.000 millones de los fondos europeos. Con esos 10.000 millones, España habrá recibido 48.000 millones de los fondos de recuperación. El 60% de lo que le corresponde en transferencias no reembolsables.
Hasta las grandes instituciones, antaño guardianas de las esencias del neoliberalismo más radical, empiezan a asumir que hay políticas de izquierdas que funcionan. El Fondo Monetario Internacional (FMI) admite que la subida del salario mínimo interprofesional (SMI) ha sacado de la pobreza a cerca de un millón de trabajadores en España. En esa positiva evaluación de la economía de nuestro país, el FMI probó que el importante incremento del SMI ha servido para reducir del 14% al 7% el porcentaje de trabajadores que vive en “hogares pobres”.
Por eso, no llego a entender como este Gobierno con esa positiva evaluación de organismos internacionales, responde a las amenazas, bulos y mentiras de la derecha, sin un discurso más solvente. Solo repiten con machaconería frases modeladas para que arrecien los aplausos de los ya convencidos. Creo que en algún lado debe esconderse una mente brillante, un consejero o consejera, que más que producir eslóganes carentes de sustancia, escriba el discurso que la ciudadanía necesita sobre libertad, igualdad y justicia social.
Una persona que, lejos de enfrascarse en cansinos avisos de que viene el lobo, nos explique por qué es urgente que la ultraderecha no avance como ha ocurrido en Italia o en Francia, por qué España, que siempre se escuda en un tópico pesimismo histórico, no puede liderar junto con otros países, que han jugado un papel segundón, el rescate de esa Europa herida. Una mente que lejos de engolfarse en maniobras defensivas escriba discursos con rigor, verdad y emoción. Es lo que esperamos los ciudadanos, porque ya está bien de políticas adolescentes. ¡Dios! Que agotamiento.