Ahora a España y a Europa se le presenta un problema cómo conciliar justicia y libertad. Hemos de aspirar a una gran meta, que la vida sea libre para cada uno y justa para todos. Hasta ahora no ha sido posible, al menos si damos crédito a la Historia, como si entre esas dos nociones existiera un principio de contradicción. ¿Cómo iba a ser de otro modo? La libertad para cada uno es la libertad del banquero, del ambicioso o del corrupto, con lo cual se restablece la injusticia. La justicia para todos, es la sumisión de la personalidad al bien común. O como dice el artículo 1 de la Constitución: “España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político”. Pero en España, dónde está la libertad, la justicia y la igualdad.
¿Es pues, nuestra lucha inútil? No, no es inútil, basta simplemente con saber y medir la inmensa dificultad que entraña esta lucha y hacérsela ver a quienes, de buena fe, quieren simplificarlo todo. Por lo demás, sepamos que en el mundo de hoy es el único esfuerzo por el que vale la pena vivir y luchar. Y esa es la inmensa tarea de Podemos, construir la justicia y la igualdad en el más injusto y desigual de los mundos. Podemos fracasar, pero, al menos, lo habremos intentado.
Dice el papa Francisco que gracias a su amor al prójimo, el buen cristiano es capaz de perseverar en una constancia tan difícil. Pero otros, que no viven la fe, esperan sin embargo lograrlo también gracias a la mera preocupación por la verdad, el olvido de sí mismo y el amor a la grandeza humana.